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Actualizado: 9 de junio de 2025


Encaminóse, pues, á Sevilla; pero el mundo le parecía tan sombrío y siniestro como estaba su alma, figurándosele la bella y populosa ciudad un infierno en brasas. Su inquietud lo llevó después á Cádiz, y de Cádiz á Madrid.

Yo decía con unos empujoncillos de risa: ¡Gentil bergantón! ¡Hideputa pícaro! Y por de dentro considere el pío lector lo que sentiría mi gallofería. Estaba, aunque lo disimulaba, como en brasas. Tratamos de venirnos al lugar. Yo y los otros dos nos despedimos y don Diego se entró con ellas en el coche.

Sentados ambos después en blandos cojines, comieron juntos, sobre anchas hojas de plátano, butiro fresco extendido en leves y esponjadas tortas de flor de harina, y miel de azahar a la postre: manjares simbólicos de iniciación en los misterios orientales, para aprender a reprobar lo malo y a elegir lo bueno. En el centro del pandal se levantaba el ara, donde había algunas brasas.

Pero estoy en brasas, fray Luis; si alguien viniera de improviso... tenéis una celda tan reducida... os tratáis con tanta humildad... pueden sorprendernos. El hermano Pedro está alerta; ya habéis visto que no ha podido veros el portero, á pesar de que yo tengo siempre mi puerta franca. ¿Y quién ha venido á visitaros á estas horas? preguntó el señor Alonso.

Mas viendo el firme amor de estos amantes, Licencia les pidió para irse luego, Dejándoles muy firmes y costantes En las brasas de amor, y vivo fuego. Dos tiros de herron no fué distantes, Con furia revolvió, de amores ciego; Pensando de llevar por dama esclava, Al indio con la lanza cruda clava.

¿Qué tal, eh? dijo una voz detrás de un tapiz. Miró Lerma al lugar de donde salía la voz, y vió que el tapiz se levantaba y que de detrás de él salía un hombrecillo. Aquel hombrecillo era el bufón del rey. Estuvieron mirándose durante algunos segundos el ministro y el bufón. Los ojos del tío Manolillo relumbraban como brasas. Sus mejillas no estaban pálidas, sino verdinegras.

Hermanos les dijo dulcemente mostrándoles al gitano , ese pecador empedernido es bien digno de lástima; impedidle que se condene por anticipado pronunciando tan horribles blasfemias. ¡Amordazadle, hijos míos! y que Dios tenga compasión de él. Dicho esto se fue, y los gallegos amordazaron al gitano, cuyos ojos se volvieron rojos y brillantes como dos brasas encendidas.

Capitana Loleng se santiguó, miró inquieta hácia las piedras temiendo verlas convertidas en brasas; capitan Toringoy se quitó el anillo que había venido de Simoun. Simoun ha desaparecido sin dejar huellas, añadió Chichoy; La Guardia Civil le busca. ¡! dijo Sensia; ¡que busquen al demonio! Y se santiguó.

Las carcajadas del público enardecían a los borrachos, les hacían sonreír con orgullo, y los dos redoblaban sus saltos y contorsiones. Corrían en torno del gran montón de brasas, saltaban por todos los lados, y en el furor del movimiento que les dominaba, ninguno de los dos se acordaba del otro. ¡Ahora iba lo bueno!

Visitación también tenía brasas en las mejillas y sus ojos pequeños los habían hermoseado el calor de la cocina y la animación de la broma, arrancándoles reflejos de fingida pasión. Su pelo de un rubio obscuro era rizoso y caía en mechones revueltos sobre su frente. Hablaban ella y don Álvaro como hermanos cariñosos.

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