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Actualizado: 1 de octubre de 2025
Decía que el presupuesto de guerra «era la sangría suelta por donde se escapaban las fuerzas vivas de la nación,» frasecilla que había leído en el Boletín de Contribuciones Indirectas, y que había hecho suya con extremada fruición. Llamaba vagos a los soldados y profesaba rencor inextinguible a los galones y charreteras.
Uno para mí, aquí tiene el peso y mostraba el billete hecho pelotón entre los dedos. El interpelado, después de mucho rato, y aturdido probablemente por los gritos de Caparrosa, lo vio al fin trepado en la ventana y metiendo apenas la cabeza en dirección al zaguán y arrugando el boletín para tirárselo, le gritó: ¡Largá el peso!
¿Será posible? exclamó mi tía. Sí ha de ser, señora, no le quepa duda; si la mozada que iba en el ejército, era de mi flor. En ese momento se oyeron las detonaciones de algunos cohetes que estallaban a no muy larga distancia. ¡Cohetes! exclamó don Narciso, boletín, ese es boletín!
Otro, don Jacinto, otro boletín para la señora de Berrotarán: ¡Pshit, pshit, don Jacinto! ¡Otro boletín! seguía gritando y accionando Caparrosa con la única mano libre que le quedaba en su envidiable posición de la reja. Largá el peso volvió a contestar don Jacinto. Ahí va, ahí va el peso, barájelo y Caparrosa tiró el peso, y don Jacinto lo volvió a cazar en el aire.
¿Y qué será del ejército enemigo? preguntó uno de los parroquianos. Se lo ha llevado el diablo, pues; eso no se pregunta. Deme mi boletín, don Narciso; me voy a casa a darle la noticia a mi marido, que estoy segura de que no sabe nada de lo que ha sucedido. Muy buenas noches, misia Medea.
Y de idea en idea, de imagen en imagen, Azorín ha recordado haber visto en el Boletín del Ateneo de Madrid, del año 1877, algo referente a su tío Verdú. Sí, sí; lo recuerda bien. Se discutió aquel año sobre la poesía religiosa; fue una discusión memorable.
Inferimos que no está bastante ilustrado el país para leer artículos en blanco, y que es más acertado meter las cosas con cuchara, como lo entiende el Boletín: adoptamos el agüero que nos ofrece nuestro silencioso cofrade. A catorce Siglos nos ha dejado este periódico; es decir, en la Edad Media; confesemos francamente que no podemos pasar de aquí, y quedémonos en blanco en hora buena.
Caparrosa tomó el boletín y trató de descolgarse de la ventana; pero mi tía, que ya había conseguido abrirse una brecha y tomar posiciones, le gritaba: No te bajes, muchacho, no te bajes, cómprame a mí otro, espera y diciendo y haciendo, forcejeaba su ridículo que se obstinaba en no abrirse, hasta que, después de mucho forcejear, pescó un peso, y estirando todo cuanto le fue posible el brazo derecho, lo alcanzó a Caparrosa que continuaba trepado en la ventana.
Don Narciso tomó el boletín, mi tía se sentó en una silla y los demás circunstantes rodearon al lector. Don Narciso leyó con voz conmovida. La victoria era completa. A la lectura de cada nombre de guerrero, las exclamaciones de júbilo de los oyentes interrumpían al lector.
Omito dar pormenor alguno sobre aquella memorable batalla en que el general Paz, para dar valor a su triunfo, publicaba en el Boletín la muerte de 70 de los suyos, no obstante no haber perdido sino 12 hombres en un combate en que se encontraban 8.000 soldados y 20 piezas de artillería.
Palabra del Dia
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