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Actualizado: 29 de junio de 2025
Y la libertad, la justicia, el progreso, el bienestar, las ciencias y las artes, todo lo que realmente vale, no importó ya un bledo a la conciencia humana.
Lanzó un gemido lastimero y se apartó de la barandilla, encolerizadísimo, importándole un bledo cuanto sucedía en la calle. ¡Dios mío, cómo gritan! gruñó, imaginándose las bocas muy abiertas, con las muelas no atormentadas por el dolor. A no ser por el que le hacía ver las estrellas, hubiera podido gritar como los demás, quizá más fuerte aún.
Confuso Candido al oir estas razones, le respondió: Reverendo padre, no importan un bledo todos los quarteles de este mundo; yo he sacado á la hermana de vuestra reverencia de poder de un Judío y un inquisidor; ella me está agradecida, y quiere ser mi muger: maese Panglós me ha dicho que todos éramos iguales, y Cunegunda ha de ser mia.
La presunta novia apaciguó un tanto sus furores para manifestar: No; si a mí por él no me importa un bledo...: tengo pretendientes de sobra. Lo que siento es tu mala voluntad, tu poca complacencia.... Se trataba solamente de conocer sus intenciones..., de saber por qué nos visita tanto.... Por ti no será...: ¡dicen que sois hermanos!...
Y eso que Brutandor, según todas las señas, continuaba siendo el favorito de la planchadora; pero a Miguel ya se le había pasado aquella prematura inclinación amorosa y no se le daba un bledo por el antiguo objeto de sus ansias.
Pero doña Catalina, corazón mío, ¿estáis en vos? Enterado habéis de este lance á medio mundo. ¿Y qué se me da? No soy yo mujer á quien mate su marido, ni el conde de Lemos, un marido que mate á una mujer tal como yo; ni aun se divorciará, porque divorciándose perderá la administración de mis bienes. Por lo demás, me importa todo un bledo.
¿Tratáis así, señorita, a vuestros abuelos y al heroísmo? ¡Mis abuelos! ¡Nunca he pensado en ellos! y del heroísmo se me da un bledo. Pero ¿qué os ha hecho el pobre heroísmo? Es que como los romanos eran heroicos, según parece y yo detesto a los romanos... Pero, bailemos, en vez de charlar. Y partíamos, girando.
En resumen: que a él le importaba un bledo la tienda, y se burlaba de aquel comercio a la antigua, que sólo servía para que los hombres de capacidad financiera se matasen trabajando como unos burros, para comer sopas a la vejez. Justamente, en la época que don Antonio abandonaba su tienda, cada vez más atraído por los negocios, fue cuando Juanito comenzó a sentirse dominado por una preocupación.
Recordando a las princesas rusas, a las ladies inglesas, a las condesas alemanas, a las francesas del Faubourg Saint-Germain, y hasta a las griegas fanariotas, que había tratado con la mayor intimidad, iba sosteniendo que no valían un bledo todas las mujeres que se paseaban en aquel momento en los jardines.
A aquella muchacha fiera y escandalosa le importaba un bledo ir a presidio o a la horca con tal de satisfacer su venganza. Era necesario escapar de Madrid. ¿Adónde? Después de meditar varios días este punto, se decidió por París. Aquella inmensa ciudad, emporio de todos los placeres, convenía admirablemente a los fines interesantes que Romadonga perseguía en esta vida.
Palabra del Dia
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