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Observo que su amiga de usted ha estado conmigo mucho más expansiva... Mi amiga es de la casa y debe hacer los honores. Por lo demás, mi querido Cristián, si no hace falta más que un beso para contentar á usted, no ha de quedar por tan poco. Y echó los brazos al cuello del bretón. En seguida dijo, volviéndose con ligereza: ¡Qué hambre da esta carne de hombre!

Pues hijo, de algún lado hay que sacarlo; ni un cuarto se malgasta... ¿Qué haríamos? Ahora, acostarnos; cada cual a su cama. Dejadme a : creo que don Luis nos ha de sacar de apuros. Al menos yo he de hacerle un favor que... en fin, ¿quién sabe? Adiós mamá; y , fea, cara de mona, hasta mañana. Y dando un beso a cada una, las echó suavemente del comedor.

Cuando la vi en pintura me pareció verla viva, que me miraba y se reía, diciéndome cosas de esas que se les dicen a los hijos. Madre querida, mándame un beso y con él un poco de sueño.

Cogió al niño entre los brazos, lo sacudió un poco hasta que logró hacerle despertar, le besó en la frente con afecto, y sacando un duro del bolsillo se lo entregó, alejándose después con Clementina. Cesó la algazara de los obreros. Uno dijo con tonillo de envidia: ¡Anda, que hoy poco trabajo te ha costado ganarte el jornal!

Germana tendió los brazos a su marido, se los anudó alrededor del cuello, le atrajo hacia y colocó dulcemente su boca sobre sus labios. Pero la emoción de este primer beso fue más fuerte que la pobre convaleciente. Sus ojos se velaron y todo su cuerpo desfalleció. Cuando se sintió algo más repuesta se dirigió a la casa del brazo de su marido.

¡Ah no! pero no me apartarás a de ti. Yo te quito la bandera de las manos. te quedas conmigo. ¡Yo soy lo más alto! No, Lucía: los dos juntos llevaremos la bandera. Yo te tomo para todo el viaje. Mira que, como soy bueno, no voy a ser feliz. ¡No te me canses! y le besó la mano. Lucía le acariciaba con los ojos la cabeza.

Feli, sin darse cuenta, habíase deslizado de su asiento, acabando por acomodarse en las rodillas de Maltrana. Le ofrecía entre sus labios un dulce; lo partían con largo y meloso beso, y el joven, después de esta caricia, hablaba gravemente de su porvenir.

Dábale el abuelo otro beso, recomendándola de nuevo que no echara en olvido sus advertencias; y entonces cala ella en la cuenta de que, a pesar de lo sanas que eran, por un oído le entraban y por otro le salían.

Ya le parece que me está viendo en el altar, al que está convenido que debe conducirme nuestro primo el comandante Harmel. Yo creí que aquí se detendrían los arreglos futuros, pero nada de eso. Al darme, hace un momento, el beso de la noche, la abuela me ha preguntado muy seria si me gusta más el terciopelo o el raso... ¿Para qué, abuela? Para tu traje, hija mía, para tu traje de boda.

El África exhalaba su aliento cálido sobre la coqueta ciudad enardeciéndola, sobresaltándola, como una doncella que recibe el beso abrasador de su amante.