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Actualizado: 25 de julio de 2025
Y como hombre de espíritu lúcido no se fijó en la contradicción superficial de los sistemas, que tanto impresiona y desencanta al vulgo. Fue más allá y vio claramente que, por debajo de esta aparente lucha, los sistemas de la filosofía moderna idealista se besaban fraternalmente. Todos estaban empapados en el mismo idealismo panteista.
Cuando venía algún coche o carro, era menester que los transeúntes nos metiésemos en un portal para no ser atropellados, porque la calle, a duras penas, dejaba paso al vehículo. Todos los balcones y ventanas estaban adornados con tiestos que rebosaban de flores: los claveles de una ventana besaban muchas veces las rosas de la de enfrente.
En otro tiempo lejano, muy lejano, esas mismas notas, suaves como el arrullo de la tórtola y prolongadas como el rumor del río, habían pasado muchas veces por la garganta de una niña cándida y alegre á quien todos besaban y llamaban de tú, trasformada después en ilustre dama. Cuando el canto hubo cesado, se levantó y empezó á caminar hacia el sitio de donde saliera.
¡Los milagros de la ilusión! Muchos de aquellos hombres habían trabajado otra vez en América, huyendo luego desalentados. Preferían la miseria en la patria a la vida vagabunda del peón en el Nuevo Mundo, y al volver a su país besaban el suelo con transportes de entusiasmo, jurando morir en él. «América para los americanos.
Retiráronse algunas monjas; yo sentí el tenue chocar de las medallas de sus rosarios cuando levantaban la rodilla, y luego besos. Era fácil contar el número de las que salían por el número de los suaves estallidos que resonaban en aquel espacio, porque todas al salir besaban los pies de un Cristo colgado junto a la puerta.
Se despedían los compañeros de viaje con generosos ofrecimientos, a pesar de que unos y otros tenían la certeza de no verse más. Cambiábanse tarjetas con profusión. Los caballeros brasileños besaban las manos de las damas, inclinándose por última vez con solemne cortesía.
En las veces que fue admitido a la intimidad de la habitación de Nucha y se le consintió aproximarse a la nené y vivir su vida, jamás osara hacerlo.... Miedo de que le riñesen o echasen; vago respeto religioso que se imponía a su alma de pilluelo diabólico; vergüenza; falta de costumbre de sus labios, que a nadie besaban; todo se unía para impedirle satisfacer una aspiración que él juzgaba ambiciosa y punto menos que sacrílega.... Pero ahora era dueño del tesoro; ahora la nené le pertenecía; la había ganado en buena lid, la poseía por derecho de conquista, ¡ese derecho que comprenden los mismos salvajes!
Pero ahora comprendo, era una pasión completamente pura. Ya se besaban demasiado con los ojos. ¿Qué piensas tú, Adriana? Un amor puramente ideal que no tenga algo por lo menos de humano, ¿será el más verdadero? Después te diré, no te interrumpas, repuso Adriana. Bueno: Zoraida les molestaba siempre y vinieron escenas incómodas. Después... tú sabes cómo suceden esas cosas.
Unos a otros se miraban, se besaban, y cada vez que llegaba algún vecino de Abreschwiller, de Dagsburgo o de San Quirino se repetían tales manifestaciones de afecto. Marcos Divès se vio obligado a contar más de veinte veces la historia de su ida a Falsburgo.
Era de ver cómo los criados, las hermanitas, y la misma D.ª María, sin poder contener en los límites de la dignidad su maternal cariño, le abrazaban y besaban a porfía, y uno le coge, otro le deja, durante un buen rato le estrujaron sin compasión. Al fin, reuniéndose todos, incluso los huéspedes, en la sala baja, D. Diego fué solemnemente presentado a su novia.
Palabra del Dia
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