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Actualizado: 1 de octubre de 2025
Hasta entonces no había dormido nunca allá, pero como necesitase hacer una larga excursión al monte, determinó quedarse aquella noche y regresar al día siguiente. A las ocho en punto se detenía la berlina de Elena delante de una casa de la calle de Serrano donde vivía la de Peñarrubia.
»Hacía un calor asfixiante, un sol que abrasaba, y, para preservarme del polvo, llevaba corridas las persianas de mi berlina, donde permanecí aguardando que llegasen a la posada las mulas para poder continuar mi camino.
Por lo menos, hay luchas y amarguras me dije a mí mismo, al ver el pálido rostro de Cecilia y sus ojos preñados de lágrimas, que sin duda quería ocultar a todos; porque, al divisar de lejos a su marido que se dirigía a la berlina, apoyado en el brazo de Enrique, exclamó repentinamente: Cochero, a escape, a escape.
Sí..., doña Jesualda..., don Pedro, casa vieja..., el administrador conocido... Chico... mañana iremos juntas. Cristeta. Berlina..., tu marido. Los sitios convenidos de antemano... ¿Comprendes? Inés. Hablarán ustedes. La conversación se prolongó mucho, y al final hablaron un poco más alto, refiriéndose a lo anteriormente dicho. Inés. Todo se arreglará. Cristeta. Convéncele tú. Inés.
Primera cuestión entre Isidora y Joaquín por la manera de invertir el dinero heredado del Canónigo. Isidora gasta sin substancia una buena parte de él en los preliminares de su pleito. Se permite el esplendor de una berlina de Alonso, pero al mes tiene que privarse de este inocente lujo. La modista apunta con ojo certero a los fondos que quedan de la herencia.
Pero, al fin, se arregló todo. Felipe subió a la vetusta berlina de los condes, y Raúl y Amaury siguieron en el cupé de este último. Llegaron a la casita de la calle de Angulema en la cual Amaury no había puesto los pies hacía ocho meses: los criados eran los mismos y al verle prorrumpieron en exclamaciones de alegría, a las cuales respondió Amaury vaciando sus bolsillos con amarga sonrisa.
La comitiva recorrió las calles deteniéndose delante de algunas tiendas de montañés y haciéndolas abrir para beber unas cañas. Los novios, que habían regresado juntos en una berlina, dieron esquinazo á su cortejo y se escabulleron bonitamente para casa.
Fue a la catedral, pero no pudo parar allí y a las nueve y media ya estaba en medio de la carretera de Santianes o del Vivero paseándola a lo ancho, agitado, pálido, de un humor de mil diablos. «¿A qué voy yo allá? De fijo estará el otro. ¿Que voy yo a hacer allí? ¡Maldito Vivero!». La berlina tardaba. De Pas daba pataditas de impaciencia.
Trasportaron a Pilar casi en brazos, del departamento a la berlina, y el cochero azotó al destartalado jamelgo. El comisionado se instaló en el pescante, no sin muchos encargos y explicaciones hechos antes al postillón del ómnibus.
Mientras tanto, asombrado Butrón de aquel brusco arranque, y muerto de susto ante audacia tan temeraria, echaba a toda prisa las cortinillas para que no le viesen; y Currita, riendo como una loca, se asomaba por el vidrio de la trasera para ver a los transeúntes refugiarse asustados en los portales, y a los guardias públicos correr detrás de la berlina, haciendo señas de que parasen.
Palabra del Dia
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