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Actualizado: 7 de julio de 2025


Levantaba los hombros, sonreía con una expresión de cansancio, le pareció más agradable su camarote sin otra presencia que la suya... ¡Muchacha loca, adorable por una hora e insufrible por toda una noche!... Reía francamente al recordar las extrañas proposiciones de Nélida. ¡A Berlín él!... ¿Qué se le había perdido allá?... Y todo porque la niña le tenía miedo al hermano medio salvaje.

Estuvo en Constantinopla, en Roma, en San Petersburgo, en Berlín y en Viena; y, aunque la nación a quien servía, así por su posición geográfica, como por la decadencia a que ha venido, no se mezclaba activamente en los grandes sucesos, él, por afición natural y también por su oficio, tuvo que enterarse circunstanciadamente de todos y mirarlos con interés.

Y toda esa revolución continuó Maltrana la han hecho y la siguen haciendo los apóstoles misteriosos de mi dios; esos magos que se ocultan en un despacho austero de la City de Londres, en un piso vigésimo de Nueva York o en cualquier avenida elegante de París o Berlín. ¡El dinero! exclamó Ojeda con despectiva expresión . El dinero no es más que un medio, y ha existido siempre.

Vió la estancia, vió á sus cuñados que tenían el segundo hijo. «Le pondré el nombre de Bismarck», decía Karl. Luego, remontando muchos escalones, se veía en Berlín durante su visita á los Hartrott. Hablaban con orgullo de Otto, casi tan sabio como el hermano mayor, pero que aplicaba su talento á la guerra.

Pareció dudar Maltrana, y al fin añadió: Hay una señorita que va con sus padres, la gentil Nélida, mezcla de caracteres y sangres que desorienta al más listo, y le confieso que me da mucho que pensar. Su padre es alemán, su madre de una de las repúblicas del Pacífico; ella nació en la Argentina, pero desde los nueve años ha vivido en Berlín.

Debo decir a ustedes, señores, que, al encontrarme con que el gran tacaño de mi suegro no quería pagar ni siquiera el arreglo de la casa, yo había dicho que el mobiliario estaba completo y había encargado en seguida lo indispensable a Berlín y a Königsberg. Naturalmente, me había olvidado de la cama. ¿Qué prefieres? insiste ella; seda rosa cubierta de tul ilusión o seda adornada con puntillas?

Si Paris y las dos ciudades belga y holandesa que he citado, y Berlin y San Petersburgo, han avanzado tanto en sus museos de historía natural y botánica, Inglaterra puede gloriarse de no tener rivales todavía por sus jardines de Londres, que son tan perfectos cuanto el estado de la ciencia y de los viajes y el arte lo permiten.

Un cuerpo de ejército se había desbandado: muchos prisioneros, muchos cañones perdidos. «¡Mentiras, exageraciones de los alemanes!», gritaba Desnoyers. Y Chichí ahogaba con sus carcajadas de muchacha insolente las noticias de la tía de Berlín, «Yo no continuaba ésta con maligna molestia ; tal vez no sea cierto.

Son iguales exteriormente unos y otros, pero ¡qué diferencia, por dentro!... Anoche, en el bulevar, la gente persiguió á unos vocingleros que gritaban: «¡A BerlínEs un grito de mal recuerdo y de peor gusto. Francia no quiere conquistas; su único deseo es ser respetada, vivir en paz, sin humillaciones ni intranquilidades.

Todo era abultado, inmenso, colosal, en aquella urbe disciplinada; hasta la alegría y la licencia, que habían sobrevenido como resultados del triunfo. Y la mestiza de alemán y de criolla hablaba con nostalgia de la vida nocturna de Berlín, de todo lo que había conocido y gozado en su absoluta libertad de «señorita educada a la moderna».

Palabra del Dia

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