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Actualizado: 7 de julio de 2025
Después fuimos a Florencia, y a Roma, y a Berlín... y a los quintos infiernos... y hasta que nos cansamos de viajar juntos, y nos separamos. Buena ocasión aquella para tornar a los patrios lares, con un poco de ánimo para ello; pero ocurrió entonces lo de la austriaca... ¿Cuál de la austriaca?
Madrid es uno de los pueblos más fríos de Europa, y lo es por una razón muy sencilla: la de que carece de aparatos de calefacción. En París, como en Berlín, y en Londres como San Petersburgo, ha habido una época en que el clima era sumamente frío; pero, poco a poco, ha ido transformándose artificialmente el clima natural de esas ciudades.
Sí, está en casa; dice ella sin dejar de mirarlo. «¿Qué diablos querrá contigo?» piensa el soldado tratando de vencer su timidez. Después de su estancia en Berlín, Juan tiene algunos motivos para considerarse un poco conquistador, y es para él una cuestión de honor aproximarse al seto y trabar conversación con la joven. ¿Se trabaja? pregunta, por decir algo.
Ambos, en una hora solemne, en medio de la paz de la noche se habían hecho la promesa de no separarse nunca y de no admitir junto a sí a una tercera persona, que llevaría el amor o el odio entre ellos. No habían contado con el consejo real de revisión. Llegó el día en que Juan se vio obligado a hacer su servicio militar; tenía que ir muy lejos, a Berlín con los hulanos de la guardia.
Para salir del paso aludió a las dificultades materiales que se oponían a su plan. ¿Qué iba a hacer él en Berlín? ¿De qué podían vivir? Para estas aventuras se necesita dinero, y él no lo tenía. Nélida abrió los ojos con asombro. No podía comprender un hombre sin dinero.
Sus muebles y alhajas serían vendidos en Alemania. Podía hacer una reclamación al gobierno francés para que le indemnizase después de la derrota: sus parientes de Berlín apoyarían la demanda. Desnoyers oyó con espanto tales consejos. ¡Qué mentalidad la de aquellos hombres! ¿Estaban locos ó querían reirse de él?...
Aquel es un verdadero museo de provincia, si se le compara con los de Lóndres, Paris, Berlin y otras grandes capitales, pero es completo y esmerado y hace honor á la opulenta metrópoli del Ródano, como á la Francia,
La edad que representa la dama, su mandíbula inferior típica en los individuos de esta rama de la dinastía austríaca y hasta cierto parecido con aquel rey, nos inclinan a la afirmativa: por otra parte, parece probable que dada su alta categoría hiciese Velázquez un retrato de más importancia que se haya perdido; del cual, acaso sea copia el que existe en el Museo de Berlín y que este del Prado le precediese como cabeza de estudio preparatorio.
Hartrott volvió á insistir en la inferioridad de los enemigos de su raza. Para luchar se necesitaba fe, una confianza inquebrantable en la superioridad de las propias fuerzas. A estas horas, en Berlín todos aceptan la guerra, todos creen seguro el triunfo, ¡mientras que aquí!... No digo que los franceses sientan miedo. Tienen un pasado de bravura que los galvaniza en ciertos momentos.
Cuando su familia comentaba con una vivacidad algo envidiosa las glorias de los parientes de Berlín, él decía sonriendo: «Déjenlos en paz; su dinero les cuesta.» Pero el entusiasmo que respiraban las cartas de Alemania acabó por crear en torno de su persona un ambiente de inquietud y rebelión. Chichí fué la primera en el ataque. ¿Por qué no iban ellos á Europa, como los otros?
Palabra del Dia
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