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Actualizado: 3 de julio de 2025
¡Tres mil reales! dijo el usurero poniendo la cara de duda reflexiva que para los casos de benevolencia tenía; cara que era ya en él como una fórmula dilatoria, de las que se usan en diplomacia. ¡Tres mil realetes!... Hija de mi alma, mire usted.»
Era accionista de fábricas de armamento enormes como pueblos, de Compañías de navegación que lanzaban un navío cada medio año. El emperador se interesaba en estas obras, mirando con benevolencia á los que deseaban ayudarle. Además, Karl compraba tierras.
Sonrió con benevolencia y repuso: Puede que no te falte razón. Será alguna de esas señoritas de ahora que van tan majas y tienen unos cuerpos que da gloria.
Entonces el ministro-duque se volvió con afectación á la puerta por donde había entrado la voz que pidió permiso, y dijo con cierta hueca benevolencia: Entrad, Montiño, entrad. Entró el cocinero mayor del rey, se inclinó profundamente tres veces, y luego, haciendo una mueca que parecía una sonrisa, dijo: ¿Quedó vuecencia contento del banquete de ayer, señor?
Un hombre corpulento, de unos cincuenta y cinco años, robusto y rosado, lleno de salud y de vida, con una fisonomía admirablemente honrada, una risa franca y llena de benevolencia, una mirada cordial, y una conversacion en que se confundia la sencillez del lenguaje con el aticísmo del estilo y la solidez de las observaciones.
Aquella noche, el exceso de la emoción la tenía semimuda. La dicha que embargaba su alma se traducía, como casi siempre acontece, en un sentimiento de benevolencia hacia todo el mundo. El baile le parecía encantador. Todos los hombres eran chistosos. Todas las mujeres estaban admirablemente vestidas.
Don Pío Amado y don Josef Garat, mis maestros, eran dos personajes singulares; singular era su escuela, singular la enseñanza, singular todo lo que los rodeaba. Don Pío era la bondad, la benevolencia personificadas; don Josef era la intransigencia, el mal humor, y la ira misma. Reunidos, don Pío era la nota cómica del colegio, don Josef era la nota épica.
Alzar la voz para discutir se consideraba allí como la manifestación más acabada del mal gusto; sólo en las tabernas se disputaba a gritos. A veces había también sus rasgos de ironía, sus chistes; Carlitos y Valle se autorizaban algunos; entonces todos sonreían con benevolencia y hasta se reía suave y discretamente, nunca con fuertes o sonoras carcajadas.
Abriole doña Lupe la puerta y le hizo varias preguntas: «Y qué tal, ¿iba contenta?». Revelaban estas interrogaciones tanto interés como curiosidad, y el joven, animado por la benevolencia que en su tía observaba, departió con ella, arrancándose a mostrarle algunas de las afiladas púas que le rasguñaban el corazón.
15 El corazón del entendido adquiere sabiduría; y el oído de los sabios busca la ciencia. 16 El don del hombre le ensancha el camino, y le lleva delante de los grandes. 18 La suerte pone fin a los pleitos, y desparte los fuertes. 22 El que halló esposa halló el bien, y alcanzó la benevolencia del SE
Palabra del Dia
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