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Actualizado: 11 de julio de 2025
Vete bendita de Dios replicó al cabo girando sobre los talones y encaminándose de nuevo á su cuarto. Sentóse á la mesa y otra vez comenzó á trasladar partidas y confrontar sumas.
Quedaban dos pajes cerca de la bitácora velando la ampolleta, un reloj de arena que molía dejaba pasar su contenido en media hora. Así medían el tiempo en la obscuridad de la noche. Y siguiendo una tradición, decían los pajes al entrar de guardia: Bendita la hora en que Dios nació, Santa María que lo parió, San Juan que lo bautizó.
Eran querellas de pueblos piojosos, que acaparaban la atención del mundo, distrayéndolo de empresas más serias. ¿Cómo podía interesar este suceso al belicoso consejero? Las dos naciones acabarían por entenderse. La diplomacia sirve algunas veces para algo. No insistió ferozmente el alemán ; es la guerra, la bendita guerra.
Y deseó que se concluyese pronto la novena a fin de enterarse. Era noche cerrada cuando salieron de la iglesia. El joven forastero acostumbraba a esperar a doña Rosalía y su sobrina en el pórtico, ofrecerles agua bendita y acompañarlas a casa en unión de otras vecinas, lo cual le permitía emparejarse con su novia y sostener con ella conversación aparte.
12 Y el Espíritu me levantó, y oí detrás de mí una voz de gran estruendo de la bendita gloria del SE
Veinte años y dos meses, ilustre Pontífice; cinco años justos más que la mula de Su Santidad... ¡Ah, bendita de Dios la valiente bestia!... ¡Si supiese Su Beatitud cuánto amaba yo a aquella mula! ¡Y con qué sentimiento me acordaba de ella en Italia!... ¿Me permitirá Su Santidad que la visite? Sí, hijo mío, la visitarás dijo el bueno del Papa, emocionado.
Socorrednos, bendita Virgen pia, Antes que este mortal corporeo velo Quede sin alma en esta tierra dura, Y carezca de usada sepultura.
En la pared frontera estaba pegada a la pared una imagen de Nuestra Señora, destas de mala estampa, y más abajo pendía una esportilla de palma, y, encajada en la pared, una almofía blanca, por do coligió Rincón que la esportilla servía de cepo para la limosna, y la almofía de tener agua bendita; y así era la verdad.
Al contrario, su mujer tenía buen cuidado de recordarle la hora, ponerle el almuerzo y la ropa a punto para que no se retrasase. Pero aquella bendita afición a modelar el barro enajenaba sus sentidos. Cuando tenía entre manos una obra que le agradase, o no iba al ministerio, o iba tarde.
Hay por ello un fecundísimo, un bienaventurado pensamiento, en el propósito de cierto grupo de pensadores de las últimas generaciones entre los cuales sólo quiero citar una vez más la noble figura de Guyau que han intentado sellar la reconciliación definitiva de las conquistas del siglo con la renovación de muchas viejas devociones humanas, y que han invertido en esa obra bendita tantos tesoros de amor como de genio.
Palabra del Dia
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