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Actualizado: 19 de octubre de 2025
Cuando el francés las sepa, verá usted qué contento se pone... Que en todas las ciudades se han nombrado o se van a nombrar Juntas, las cuales no harán caso de lo que se mande en Bayona, sino que... Pero si Fernando VII no es ya rey de España, porque ha cedido sus derechos al Emperador, lo mismo que Carlos IV. ¿Qué son esas Juntas más que cuadrillas de insurgentes?
¿Y no ha tenido usted ningún contratiempo en el camino? Ninguno. Aquí hay algunos papeles que hay que entregar al rey. ¿Quiere usted entregarlos o que se los entregue yo? No tengo más encargo que dar estos sobres y, si hay contestación, volverla a Bayona. ¿No es usted carlista? preguntó el general, sorprendido del tono de indiferencia de Martín. Vivo en Francia y soy comerciante.
Llevaba una boina grande de gascón con una borla. ¿Quién ha traído esto? preguntó el general con voz fuerte. Yo dijo Martín. ¿Sabe usted lo que venía aquí dentro? No, señor. ¿Quién le ha dado a usted estos sobres? El señor Levi-Alvarez de Bayona. ¿Cómo ha venido usted hasta aquí? He ido de San Juan de Luz a Zumaya en barco, de Zumaya aquí a caballo.
Mire que yo vengo confesado desde Bayona, y de allá aquí, maldito si tuvimos ocasión de pecar, ni aun venialmente, mi compañero y yo, como no sea pecado viajar por estas tierras. Calle dijo el padre, y mejor para su alma. En nombre del Padre, y del Hijo... ¡Ay Dios mío! exclamó el viajero, erizados los cabellos, que han creído en este pueblo que traemos los malos y nos conjuran.
Tu hermano está en Bayona. Lo mejor es que se pase por Molina antes de venir a Madrid. Le escribiré hoy mismo. Sosiégate; tú eres así, o la apatía andando o la pura pólvora... Eso es ahora, que antes, para mover un pie le pedías licencia al otro. Te has vuelto muy atropellado. Le miró de un modo tan indagador, que al pobre chico se le volvieron a abatir los ánimos.
Venía en el barco un indiano vascongado que embarcó en Buenos Aires en mi barco. En todo el viaje de América a Europa no se atrevió a hablarme. Debía de ser hombre muy tímido. Luego, en el vapor que nos llevaba a Bayona, se acercó a mí y hablamos. Había pasado veinticinco años en las pampas hasta enriquecerse. No tenía familia y no sabía qué hacer ni en dónde fijar su residencia.
El capitán deseaba buscar aparejos para su barco; le habían dicho que allí, en Burdeos, se hacían los mejores y más baratos, y que la gente de Bayona y de la costa vasco-francesa se entendía para esto con un comerciante vascongado.
La piedra se mostraba mas fraternal que los hombres. Dominado por esta última impresion, entré á Francia con tristeza, dejando un suspiro do fraternal cariño á la patria de mis mayores, un tiempo conquistadora y enemiga de la mia, pero hoy algo reconciliada con esta por el trascurso del tiempo y el influjo de la civilizacion. Del Bidasoa á Bayona, La ciudad de Bayona. Las Landas.
Despues de ochenta y cinco horas de encajonamiento en la diligencia, desde Madrid hasta Bayona, y en los trenes, desde Bayona hasta Paris, molidos, muy molidos, más que molidos, casi magullados, llegamos á la estacion del Mediodía á las seis y media de la tarde.
Como tengo tantos amigos en las Cortes de Europa, y en España mismo, pues... ya he sabido que las principales familias acogidas en Bayona o residentes en Madrid, se disputan la mano de mi hija. ¿La ha visto usted, Sr. D. Francisco? ¿Ha observado usted en su cara los rasgos que indican la noble sangre mía y la de aquella hermosísima cuanto desgraciada señora extranjera...? ¡Oh!, me enternezco, Sr.
Palabra del Dia
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