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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Sus ligeros carros en forma de cajón eran de un azul rabioso, con un óvalo encarnado en el que se consignaba el nombre del dueño. Venían de Bellasvistas y de Tetuán, de los barrios llamados de la Almenara, de Frajana y las Carolinas. Los más pobres no tenían carro, y marchaban a lomos de un borriquillo, con las piernas ocultas en los serones destinados a la basura.
No le quedaba ni el consuelo de compadecerse; merecido tenía todo aquello; el mundo era como el confesonario lo mostraba, un montón de basura; las pasiones nobles, grandes, sueños, aprensiones, hipocresía del vicio.... Buena prueba era él mismo, que a pesar de sentirse enamorado por modo angélico, caía una y otra vez en groseras aventuras, y satisfacía como un miserable los apetitos más bajos.
El corazón me dio un brinco; aquella noche lloré, pero ya me voy dominando y concluiré por aborrecerle también. Es un tipo. Pero Gaitica... ¡Ah! Ese es de los que deben ser cogidos con un papel como se coge a las cucarachas, y luego tirados a la basura. Vamos, que sólo de mirarle se te ensucian los ojos... Y sin embargo, le has querido. ¿Yo?... Hombre, tú estás malo.
Buscaban muchos esta tierra en la extensión gris con la simple mirada, y sólo después de largos titubeos llegaban a distinguir un pequeño borrón negro, una línea ondulosa y corta que parecía flotar sobre las aguas como un montón de basura.
España manda á Cuba cada año, en mercancías, por valor de veinticinco; pero como de allí vienen seis, la balanza de comercio sólo da en nuestro favor diecinueve. Y como si todas las mercancías que enviamos á Cuba no valiesen un pito y fuesen una basura grandísima, que nosotros hiciésemos tragar y pagar por fuerza á los infelices y tiranizados cubanos, el Sr.
¡Qué hermosura! ¿eh? Toda mi vida me ha costado el reunirlo. Y no te creas que he apandado nada de mal modo: todo en la basura... Yo he tenido grandes parroquianos, todos gentes ricas. Maltrana había cesado de mirar el tesoro, para contemplar a la Mariposa con unos ojos en los que se leía el asombro y la compasión al mismo tiempo. ¿No hay más, abuela? preguntó dulcemente . ¿Sólo tiene usted esto?
Aquellas riquezas que hacían estremecer de codicia a la trapera no eran mas que basura de insignificante valor.
¡Bum-bum-bum! ¡qué se abra el telon! ¡bum-bum-bum! Los artilleros no eran los menos alborotadores. Los émulos de Marte, como los llama Ben Zayb, no se contentaban con esta música; creyéndose tal vez en una plaza de toros, saludaban á las señoras que pasaban delante de ellos con frases que por eufemismo se llaman en Madrid flores cuando á veces se parecen á humeante basura.
Pasábamos al lado de una obra de esas que hermosean continuamente este país y clamaba: ¡Qué basura! en este país no hay policía. En París las casas que se destruyen no producen polvo. Metió el pie torpemente en un charco. ¡No hay limpieza en España! exclamaba. En el extranjero no hay lodo. Se hablaba de un robo. ¡Ah, país de ladrones! vociferaba indignado.
Eran despojos de los establecimientos cuya basura recogía Polo, y que éste había ido almacenando durante años, sin saber ciertamente qué utilidad podía sacar de esta colección que era su lujo. El dormitorio no tenía otro respiradero que la puerta. El techo era tan bajo, que entre él y la cama sólo existía el espacio necesario para dormir tendido.
Palabra del Dia
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