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Actualizado: 29 de junio de 2025


Cuando en el mismo acto primero una esposa se abraza a su marido, que parte al combate, declarando con noble resolución que quiere seguirle y compartir los riesgos de la lid, Amparo sintió como un nudo, como una bola que se le formaba en la garganta, y haciendo un supremo esfuerzo, se agarró a la barandilla de la cazuela y gritó «¡bien!... ¡muy biendos o tres veces, luciendo su voz de contralto.

En esta alucinación metido y disponiéndose a responder a Nieves, le sorprendió la voz del propio don Alejandro, diciendo desde la puerta del balcón: Niña, que te va a hacer daño el relente. Los dos de la barandilla se volvieron cara adentro. Nieves, más serena que Leto, respondió al punto: Al contrario, papá: me va sentando muy bien.

Luego giró lentamente sobre los talones por miedo a caerse y dió algunos pasos hacia la escalera, que comenzó a bajar con pie vacilante. Su padre, excitado por los gritos de la Amparo, avanzó hasta la barandilla y siguió repitiendo, cada vez más colérico, extendiendo su mano trémula como un barba de teatro: ¡Fuera! ¡Fuera de mi casa!

Se dieron la mano, y el juez de primera instancia, que era hombre de unos cuarenta años, de fisonomía abierta y simpática, se arrimó a la barandilla del corredor y puso las manos sobre ella. Se extrañará usted dijo con afectada indiferencia de verme por aquí a estas horas... ¡Phs!... Hay en el juzgado una denuncia... Nada... Supongo que será nada entre dos platos.

En el movimiento que hizo al retirarse del balcón, soltando las manos de la barandilla, conoció don José que venían los camilleros. En seguida, mirando de frente a Pepe, le dijo, medroso: ¿Están ahí? ; ya suben.

Estaban frente al bengalow habitado por el hombre más rico del campamento, y vieron cómo salía éste y se acodaba en la barandilla de una de las galerías. Luego, al reconocerlos, bajó apresuradamente la escalinata de madera.

De esta manera la comedia se representaba mejor; segura doña Ana de que don Álvaro saltaba por el muro, no podía sospechar tan fácilmente que tenía cómplices dentro de casa. Después llegar bajo el balcón, trepar por la reja del piso bajo y encaramarse en la barandilla de hierro era cosa fácil para tan buen mozo.

Se apoderaban de la llave de las bóvedas y entraban en este lugar misterioso, al que únicamente subían los obreros de tarde en tarde. La catedral era fea y vulgar vista desde arriba. En sus primeros tiempos habían quedado las bóvedas de piedra al descubierto, sin más remate que una calada barandilla de aéreo aspecto.

La cuerda grande la tendríamos que dejar abandonada en la barandilla del coronamiento de popa. La noche fijada para la evasión fué la del domingo. Nuestros vecinos sabían el proyecto, y esperaban ver el resultado, como en una función de teatro.

No se podía caminar por el buque sin recibir empellones de la gente, golpes de sillas cambiadas de lugar, o enredarse los pies en los montones de telas. Fernando se refugió en el final del paseo que daba sobre la proa, acodándose en la barandilla, junto al bombo y los instrumentos de cobre abandonados por los músicos.

Palabra del Dia

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