Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 2 de mayo de 2025
Francisca me miró un instante en silencio, registró mi escritorio, descubrió mi diario y leyó las últimas páginas sin que yo pensase siquiera en oponerme. ¡Vamos! esto es... Estás cogida, mi pobre amiga... ¿Cómo cogida?... Sí, estás chiflada por el señor Baltet. Chiflada... Ciertamente... Le amas... ¿Comprendes ahora?
Mi opresión aumentaba, y me parecía que marchaba hacia mi destino, casi hacia mi desgracia... Si me hubiera atrevido, me hubiera escapado... Por fin, se abre la puerta del salón y... ¿qué veo? Delante de la ventana, ocupados en mirar fotografías, estaban la de Ribert y un joven rubio... alto... delgado... de ojos azules... Es el señor Baltet, estoy segura...
La abuela no había comprendido ciertamente a Francisca en la invitación, pero la curiosilla desempeñó perfectamente bien el papel de aficionada a antigüedades, y hasta tomó cierta expresión profunda al hablar de arqueología, todo para ablandar a la abuela y conseguir que no se le cerrase la puerta... El señor Baltet parecía ver con placer las diversas evoluciones de Francisca.
El señor Baltet dio las gracias y aceptó, diciendo que quería aprovechar su estancia en Aiglemont para hacer unos estudios arqueológicos del mayor interés. Tiene una carta de recomendación para el padre Tomás, lo que pareció encantar a la abuela. Pero Francisca dio un violento golpe a su encanto, expresando que tendría mucho gusto en ser admitida a contemplar esas cosas que tanto le gustan.
Por fin ha habido una carta suya, dirigida esta vez al padre Tomás, a propósito de un volumen que no se encuentra en las librerías... Pero como el volumen me interesa poco, retengo sobre todo la frase en que el señor Baltet asegura que su viaje a Aiglemont ha sido su camino de Damasco, y que su sueño dorado sería llamar su mujer a aquella de quien conserva tan profundo recuerdo...
Y todo se había arreglado. De modo pregunté mordida en el corazón por una secreta angustia, que no se ha tratado de mí... Nada de eso respondió la abuela. Acuérdate de la declaración de principios del señor Baltet... Creo que hablaba de exterminar a todo intermediario en un asunto matrimonial... No era este el caso de probar... Mejor respondí; me quitas un gran peso...
Me quedé muy pensativa después de la lectura de esta carta singular que tan bien concuerda con mis ideas... Genoveva, pues, no se había engañado; existe realmente un joven que piensa como yo en esta cuestión del matrimonio... ¡Lástima que el señor Baltet viva en Bellefontaine en lugar de vivir en Aiglemont!... En fin, qué le hemos de hacer...
La de Ribert y Genoveva han quedado conquistadas como yo... aunque en distinto grado. Hasta Celestina manifiesta alguna indulgencia hacia el señor Baltet. La abuela no habla más que de él, y su nombre sale a cada instante en la conversación... Yo sonrío y me pongo encarnada... Dios mío, qué dichosa soy... Francisca me asombra prodigiosamente.
¡Qué singulares matrimonios se hacen ahora! dice. Todo desaparece ante la fortuna... Todo el mundo se arrodilla ante el becerro de oro... Qué costumbres... No hay noticias del señor Baltet... La de Ribert le espera todos los días... ¡Y yo!... Dígale usted que sí en seguida, señora, no le haga usted esperar le digo muy bajo. De modo que hay que decir sí... Sí... sí... sí...
He tratado de ver a Francisca para saber su pensamiento sobre esto, y me ha sido imposible... Francisca, que se encontraba como por milagro ante los pasos del señor Baltet, es ahora invisible. La señorita ha salido. Tal es la respuesta que responde a mi campanillazo, cada vez que trato de ver a esta fantástica Francisca.
Palabra del Dia
Otros Mirando