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Actualizado: 4 de noviembre de 2025


De cuando en cuando el soplo de las ráfagas otoñales desprendía una de las postreras hojas de vid, que caía arrugada y amarillenta sobre la mesa de granito, entre los dos amantes, produciendo un ruidito seco. ¡Pin! En los oídos de Baltasar resonaba la voz de doña Dolores, exclamando: «¿Chico, no sabes que las de García... ¡pásmate!, ganan el pleito en el Supremo?

Entonces murió el viejo: heredóle su hijo don Baltasar, padre de Salomé; y con ésta, cuya belleza era notable, había formado el padre proyectos matrimoniales que remediaran la ruina que ya le amenazaba. El pleito comenzaba á aparecer formidable, siniestro, terrible, como un monstruo de múltiples miembros; habíase apoderado de la casa, la estrechaba, la devoraba, la consumía.

RETRATOS: DEL REY. DEL PRÍNCIPE BALTASAR CARLOS. DEL INFANTE DON FERNANDO. DEL CONDE-DUQUE. DE MARTÍNEZ MONTA

Mira al secretario del ayuntamiento qué casa tan hermosa está levantando en la plaza.» ¿Y qué sueldo tiene el secretario? preguntaba Octavio. Diez mil reales. ¿Y con diez mil reales al año se levantan casas magníficas? Ahí verás respondía D. Baltasar guiñando maliciosamente el ojo izquierdo.

Don Baltasar de Zúñiga me había conocido por casualidad, había hablado de á su sobrino el conde de Olivares y éste al duque de Lerma. Creyóse que en toda la cristiandad no había un fraile más á propósito que yo para dirigir la conciencia del rey, y se me trajo, como quien dice, preso á la corte. Cuando llegué me espanté.

Al salir la Tribuna, una ráfaga más fuerte desparramó por la mesa muchas hojas de vid, que danzaron un instante sobre la superficie de granito, y cayeron al húmedo suelo. ¿Lo hará? meditó Baltasar a sus solas . ¿Me vendrá a marear en público? Tengo para que no.... Estos genios vivos y prontos son del primer momento: pasado ese, se quedan como malvas. Quia... no lo hace.

Pues yo declaró Baltasar no vuelvo a meterme en otra.... Mire usted bien las cosas antes, porque esto de andar así, hoy tomo y mañana dejo, es ridículo y le pone a uno en evidencia. Dirá la gente que cazamos... que cazo un dote.... ¡Ya ve usted!

Lucifer y la Culpa gimen en mortal agonía, y la Naturaleza humana se prosterna de rodillas, adorando al Santísimo. La cena de Baltasar, de Daniel, 5, 5. Este auto, de admirable profundidad, y calculado, no obstante, por su estructura externa para hacer efecto teatral, comienza por un diálogo entre Daniel, que personifica la justicia de Dios, y el Pensamiento, bufón y gracioso.

En viendo que preparan la pistola, ya estoy tapándome los oídos: las chicas se ríen y mamá me dice siempre: «Niña, que te miran...». Pero yo no puedo.... ¡Mejor! Si la miran a usted, ¿qué más quieren los espectadores? declaró Baltasar cediendo a la destreza con que Josefina traía el diálogo al terreno personal.

Amparo sentía mucho frío cuando Baltasar llegó. Sentose este al lado de la muchacha, que le presentó un paquete de sus cigarrillos predilectos, emboquillados, bastante largos, liados con gran esmero. Baltasar tomó uno y lo encendió, chupándolo nerviosamente con rápidas aspiraciones.

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