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Actualizado: 19 de octubre de 2025
Tentóse, oyendo esto, la garganta don Quijote y dijo, volviéndose al duque: -Por Dios, señor, que Dulcinea ha dicho la verdad, que aquí tengo el alma atravesada en la garganta, como una nuez de ballesta. ¿Qué decís vos a esto, Sancho? -preguntó la duquesa. -Digo, señora -respondió Sancho-, lo que tengo dicho: que de los azotes, abernuncio.
Pero desde luego aseguro que con mi ballesta hago yo lo que ninguno de vosotros con el arco. ¡Bien dicho, mon garçon! exclamó Simón. El buen gallo canta siempre alto. Pero á los hechos me atengo y como yo he practicado muy poco con el arco en estos últimos tiempos, ahí está el viejo Yonson, que sabe hacer bien las cosas y sostendrá contra vos el honor de la Guardia Blanca.
Cuando jugaban en el jardincillo era ella la que corría a traer la guija para la honda o la vara de la improvisada ballesta, mientras él esperaba tieso y señoril.
La raya chapucea en el fango y el lenguado en los fondos arenosos, el coto se encarama sobre los bajo-fondos, la morena se place encima de las rocas, y la pértiga sobre los arenales, la ballesta en el agua poco profunda sobre un lecho de madréporas.
«Digo, pues, señores míos -prosiguió Sancho-, que este tal hidalgo, que yo conozco como a mis manos, porque no hay de mi casa a la suya un tiro de ballesta, convidó un labrador pobre, pero honrado.» -Adelante, hermano -dijo a esta sazón el religioso-, que camino lleváis de no parar con vuestro cuento hasta el otro mundo.
Vamos por aquí; la acompañaré a usted dijo D. Evaristo con bondad . Capellanes, Rompelanzas, Olivo, Ballesta, San Onofre, Hortaleza, Arco. Ese es el camino; pero no dude usted lo que le digo... ¿Qué?, hija mía. Que yo soy honrada, que siempre lo he sido. Feijoo miró a su amiga.
Llegó Sancho a su casa tan regocijado y alegre, que su mujer conoció su alegría a tiro de ballesta; tanto, que la obligó a preguntarle: ¿Qué traés, Sancho amigo, que tan alegre venís? A lo que él respondió: -Mujer mía, si Dios quisiera, bien me holgara yo de no estar tan contento como muestro.
Pero probados ya el tiro al blanco y el de distancia, voy á demostraros á mi vez cómo el arco gana á la ballesta en fuerza de penetración. ¿Véis aquel escudo, en la altura? Es de roble recubierto de cuero. Clavad en él vuestro dardo lo más profundamente que podáis. Allá va, dijo el ballestero, á quien imitó Simón después de ensebar con cuidado la punta de su flecha.
No comprendo, dijo dirigiéndose á los arqueros ingleses, por qué os gusta tanto la percha esa de seis pies de largo, que os hace tirar y esforzaros como mulos de carga, cuando yo con el molinete de mi ballesta obtengo sin molestia los mismos resultados.
Esta monstruosidad, notada de sus contrarios, les desmayó los bríos, y no osaron probarse en la contienda. Pusiéronle luego la ballesta en las manos y algunas flechas, y mostráronle un árbol muy alto y muy liso, al cabo del cual estaba hincada una media lanza, y en ella, de un hilo, estaba asida una paloma, a la cual habían de tirar no más de un tiro los que en aquel certamen quisiesen probarse.
Palabra del Dia
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