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Actualizado: 3 de julio de 2025


La autoridad ante todo; el respeto a lo mandado, aunque sea ridículo o absurdo; diez años estará en Buenos Aires y en toda la República haciendo azotar y degollar, hasta que la cinta colorada sea una parte de la existencia del individuo, como el corazón mismo.

Más avanzado que ninguna de las casas de Izarte, más al borde de las dunas estaba el caserío de mi abuela, un caserío negro, con un balcón corrido hacia el lado del mar. Realmente, el viento debía azotar allí de una manera furiosa.

Pero Facundo jugaba con fondos ilimitados; no permitió jamás que nadie levantase de la mesa el dinero con que jugaba; no era posible dejar de jugar sin que él lo dispusiese; él jugaba cuarenta horas, y más, consecutivas; él no estaba turbado por el terror, y él podía mandar azotar o fusilar a sus compañeros de carpeta, que muchas veces eran hombres comprometidos.

25 Y como le ataron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un hombre romano sin ser condenado? Porque este hombre es romano. 27 Y viniendo el tribuno, le dijo: Dime, ¿eres Romano? Y él dijo: . 28 Y respondió el tribuno: Yo con grande suma alcancé esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento.

La piedra tapizada de musgo y cubierta con la viscosidad que forma el continuo azotar de las aguas, le dan un todo imponente y majestuoso, que hace recordar los viejos sillares de los antiguos castillos descritos en legendarios romances. El que cruza de noche el amplio pretil que se extiende frente á la puerta del convento, insensiblemente acelera el paso.

Conocido es de todos el trágico fin de los Omeyas en Oriente: los vengativos Abassides con un falso seguro reunieron en un banquete á noventa de aquellos, los mandaron azotar hasta que cayeron desfallecidos en el suelo, hicieron estender los estrados sobre ellos, y comieron sobre aquellas alfombras oyendo los gemidos de sus víctimas hasta que espiraron.

El señor mi amo , que es parte suya, pues la llama a cada paso mi vida, mi alma, sustento y arrimo suyo, se puede y debe azotar por ella y hacer todas las diligencias necesarias para su desencanto; pero, ¿azotarme yo...? ¡Abernuncio!

Yo no soy un snob, dijo vivamente y en tono de protesta Marenval. Solamente, me gusta la distinción en todo. Toda mi vida ha transcurrido en el trato de gente nauseabunda y ya estoy harto. ¡No quiero ya ver más que personas correctas! ¡Te dejarías azotar por tutear á un duque! Tienes razón, Marenval; debemos fijar siempre nuestra vista en las alturas. ¡Y buscar á los que nos desprecian!

Palabra del Dia

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