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Actualizado: 3 de junio de 2025
Avisábanse mutuamente las madres cuando un niño se escapaba, se descalabraba o hacía cualquier diablura análoga; y como el derecho de azotar era recíproco, las infelices criaturas venían a estar en potencia propincua de ser vapuleadas por el barrio entero.
Como en todos tiempos ha sido tan frecuente entre estos naturales el azotarlos, tienen tan perdido el horror a los azotes, tanto los que castigan como los que son castigados, o los que los ven, que ninguna moción les causa el azotar, ser azotados o verlo ejecutar; y así castigan con la mayor inhumanidad a las criaturas en todas las ocupaciones a que los destinan, acostumbrándolos de este modo a sufrir con la mayor indiferencia los azotes, en cualesquiera tiempo o edad.
Y todos corrieron, mientras el vencedor iba detrás con piernas vacilantes, sin gran deseo de azotar a sus amigos, contento con el triunfo, pero sin deseos de venganza. El Rojo no quería correr: protestaba. ¡Rediós! ¿qué son natillas? gritaba poniendo la mano delante de la cara, mientras tímidamente el Ratón le castigaba con simulacros de azotes.
Púsose a mascullar nerviosamente el cigarro y a azotar con el látigo las florecillas, cuyas tiernas hojas se desparramaban por el suelo desgarradas y marchitas. Juana, mientras tanto, lloraba bajito y profería hondos sollozos que agitaban sus hombros.
Desde el tiempo de los jesuitas tienen por costumbre, y observan todavía puntualísimamente, el que, en acabando de azotar a los delincuentes, se han de levantar del suelo, donde los hacen tender, y con mucha humildad van delante del que los mandó castigar, y le dan los agradecimientos de haberles corregido sus defectos.
Alain y yo al menos avanzábamos con gran trabajo, encorvados, estrellándonos la cabeza á cada paso, y haciendo caer sobre nosotros, á cada uno de nuestros pesados movimientos, una lluvia de rocío; pero la señorita Margarita, con la destreza superior y la flexibilidad propia de su sexo, se deslizaba sin esfuerzo aparente, á través de los intersticios de aquel laberinto, riendo de nuestros sufrimientos, y dejando negligentemente cimbrar tras ella las flexibles ramas, que venían á azotar nuestros rostros.
Y don Víctor leía con énfasis y esgrimía el acero brillante, como si estuviera armando caballero al espíritu familiar de las comedias de capa y espada. Admitida la situación en que se creía Quintanar, era muy noble y verosímil acción la de azotar el aire con el limpio acero.
El agua volvía a azotar a los del duelo en diagonales, que el viento hacía penetrar por debajo de los paraguas. Llovía a latigazos. Una nube negra, en forma de pájaro monstruoso, cubría toda la ciudad y lanzaba sobre el duelo aquel chaparrón furioso. Parecía que los arrojaba de Vetusta, silbándoles con las fauces del viento que soplaba por la espalda. Se subía la cuesta a buen paso.
-Yo soy -respondió don Quijote-, que vengo a suplir tus faltas y a remediar mis trabajos: véngote a azotar, Sancho, y a descargar, en parte, la deuda a que te obligaste. Dulcinea perece; tú vives en descuido; yo muero deseando; y así, desatácate por tu voluntad, que la mía es de darte en esta soledad, por lo menos, dos mil azotes.
Si el reuma no le tenía postrado, salía, casi todos los días, a pescar en un bote de su propiedad: horas y horas se pasaba el ex-capitán fondeado cerca de tierra, inmóvil, con el aparejo en la mano, dejándose tostar por el sol y azotar por el aire.
Palabra del Dia
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