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Actualizado: 14 de junio de 2025
Ahora sí que Barbacana estaba fresco: su eterno adversario Trampeta, amigo de los unionistas, se le montaría encima por los siglos de los siglos, amén. Con el embullo de estos acontecimientos, apenas atendió el abad de Naya a las tribulaciones de Julián. Transcurrido algún tiempo de vida familiar con suegro y cuñadas, don Pedro echó de menos su huronera.
Los primeros días de su estancia en la clínica volaba cotidianamente a la ciudad, a su oficina; pero después le requirieron quehaceres de más monta, y no atendió ya a su oficina, por falta de tiempo. Era de alta estatura, enjuto; tenía el pelo espeso, muy negro y enmarañado. Era miope y llevaba lentes muy gruesos.
Era el mismo, pero con el pecho más amplio, las muñecas más fuertes. Las facciones suaves y dulces de la madre se habían perdido bajo esta máscara varonil. Lacour reconoció con orgullo que ahora se parecía á él. Después de los abrazos de saludo, René atendió á don Marcelo con más asiduidad que á su padre. Creía percibir en su persona algo del perfume de Chichí.
Sin enojo oyó Morsamor las amonestaciones de Tiburcio, pero no atendió a sus consejos y siguió pretendiendo y rindiendo culto a doña Sol de Quiñones. En las justas figuró con brillantez y lució la empresa que él mismo nos ha descrito. Hubo en palacio otra magnífica fiesta.
El joven aragonés tenía tan ocupado el ánimo con sus propias amarguras, que no atendió; con la observación y la curiosidad que el caso exigía, á las raras señales de alteración física y moral que otro menos abstraído hubiera visto en la santa y edificante faz de doña Paulita.
D. Joaquín enfermó muy de veras y de la última enfermedad, que fue larga y penosa. En ella le atendió, le veló y le cuidó Rafaela como la más santa, más fiel, más devota y más apasionada de las mujeres. Hubo tal sinceridad, abnegación y fervor en ella, que hasta las personas más incrédulas y mal pensadas la miraron como modelo de cariñosas enfermeras.
Es viejo para mí, pero me parece muy formal y cariñoso. Nada tendría de particular que al fin cayera con él.» Granate atendió con extremada fijeza, abriendo de modo descomunal sus ojazos. Cuando Paco terminó la lectura dijo con voz profunda, como si hablara consigo mismo: Esa carta es ipócrifa. Volvieron los tres a mirarse haciendo lo posible por contener la risa.
Soplaba un nordeste muy fuerte, que comenzó a traer grandes gotas de lluvia. Ugarte comenzó a nadar con brío; yo le dije que tuviera cuidado, porque se iba a cansar pronto. Me atendió, y de cuando en cuando los tres nos echábamos boca arriba para descansar. Nos sustituímos llevando el fajo de tablas, que nos servía para nadar con menos fatiga. Pasamos por delante del otro pontón.
Con estos sermones y consejos póstumos, con una amistad llena de veneración, que D. Acisclo mostró siempre al marqués, más aún cuando pobre que cuando rico, y con los cuidados con que le atendió en los últimos días de su vida, sin que ni remotamente entrase en todo ello la menor idea de desagravio, pues pensaba haberle favorecido y no ofendido, don Acisclo se elevó a considerable altura moral e intelectual en el ánimo del marqués, quien al morir le dejó confiada la joya más hermosa que aún poseía en este mundo.
Y eso se atendió sin duda en aquella general conversión de los Judíos del año 1435 en dar a los dos primeros bautizados el nombre de Gil Callar y el de Gil Múñoz, que se ponen por ejemplos, advirtiendo que así lo hizo con el resto de los otros, la más calificada Nobleza.
Palabra del Dia
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