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Actualizado: 6 de junio de 2025
367 ya veo que somos los dos astillas del mesmo palo: yo paso por gaucho malo y usté anda del mesmo modo; y yo, pa acabarlo todo, a los indios me refalo. 368 Pido perdón a mi Dios que tantos bienes me hizo, pero dende que es preciso que viva entre los infeles, yo seré cruel con los crueles: ansí mi suerte lo quiso.
Durante la prosaica operación, conversaba con las astillas y los carbones, y sirviéndose del fuelle como de un conducto fonético, les decía: «Voy a tener otra vez el gusto de dar de comer a ese pobre hambriento, que no confiesa su hambre por la vergüenza que le da... ¡Cuánta miseria en este mundo, Señor! Bien dicen que quien más ha visto, más ve.
Las hachas subían y bajaban, abriendo profundo surco, en las muescas marcadas en los troncos. Volaban las astillas y cada vez que sonaba un golpe más fuerte, más certero, extendíase por la plaza un rumor de aprobación. El inmenso público adivinaba la marcha de los cortes sin necesidad de verlos.
Una llama pálida lo rodeó todo; enrojeciéronse rápidamente las astillas; las voraces y azuladas lenguas de fuego atacaron las compactas páginas de los libros, y a los pocos momentos, una llamarada de resplandores vivísimos iluminó el cuarto, ofuscando la apacible luz de la lámpara, y proyectando una siniestra claridad de incendio sobre la figura de Lázaro. Todo ardía.
Siguieron unos momentos de espera y luégo se sintió en todo el barco el roce de la quilla sobre las rocas. Una de éstas, cuya punta proyectaba oblícuamente, raspó con fuerza el costado del casco, arrancándole largas astillas.
Si te hirió un proyectil, a tu caída, rayó el alba entre negras tempestades; ¡cada gota de sangre de tu herida fué semilla de nuestras libertades! Con tus lanzas tomaste nuestras villas, venciste al César con su plan de engaños; hizo tu talibóng su trono, astillas, ¡Rompió su cetro de trescientos años! Nos salvó tu estrategia. ¡Cuántas muertes evitaron por tí nuestras legiones!
Los alegres catapúsanes se llamaron saraos y hoy soarees con su buffet, sus emparedados, su ponche á la romana y hasta su Petit Journal ó su Correspondencia, que al día siguiente pregona que la bella señorita de tal estaba hecha una princesa, su mamá una reina y su papá un bajá de tres colas, que dando la majestuosa familia encantada de las letras, por más que saquen astillas del individuo que las escribe.
Un día, porque se le olvidó el nombre de la hoz, le rompió el mango sobre las costillas. Y hasta la misma guitarra portuguesa con un gran lazo verde que había traído de Córdoba corrió grave peligro de ir al fuego entre las astillas si á tiempo no la esconde en casa del tío Goro, su vecino.
Volviendo al caso, digo que al hablar este compañero las últimas palabras que yo he repetido, vínose encima de mí sin saber cómo, y agarróse á la lancha. Pero, á lo que paece, aquel desplome de agua nos echó á tierra con la rompiente, porque allí nos alcontramos los dos al volver del atontamiento, cerca de unos baos de la lancha y con astillas de ella entre las manos.
Los marineros, desnudos de medio cuerpo, con una bolsa sujeta en la cabeza, cayéndoles sobre la espalda como un inmenso capuchón, bajan a tierra, reciben en el espacio comprendido entre el cuello, el hombro y el brazo izquierdo, una cantidad increíble de astillas, las sujetan con una cuerda amarrada en la muñeca de la mano libre, y cediendo bajo el peso, trepan laboriosamente al vapor y arrojan su carga junto a las hornallas.
Palabra del Dia
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