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Actualizado: 28 de julio de 2025


He ido a pedir a Su Majestad la orden de Calatrava, que me ha rehusado, y es la sola que me falta... Esto es una injusticia. El oficial de guardias me dijo que el Rey no recibía a nadie, pues Su Majestad está enfermo. Y grandes y pequeños quedamos asombrados.

Dia vendrá en que el Califato andaluz oscurezca con su brillantez las glorias de los Califas negros , y en que asombrados y llenos de maravilla los altivos reyes godos y francos, y hasta los mismos pontífices del Cristianismo , claven fascinados sus miradas en la sabia y magnífica Córdoba.

Tenemos un alemán que está en la cama inmediata. Los colocaron así inadvertidamente; ahora es tarde para moverlos. »Los hombres de Europa olvidan sus rencores al verse en los límites de la vida. Este africano es de cólera larga. Cuando cree que no le ven, enseña el puño al enemigo inmediato, que le mira con unos ojos redondos y asombrados, lo mismo que si estuviesen aún en el campo de combate.

La casa estaba vacía. Los sirvientes iban y venían, como asombrados, también ellos, de no tener ya que reportarse. Habían abierto todas las ventanas y el sol de mayo jugueteaba libremente en las habitaciones, en las cuales cada cosa estaba en su sitio. No era el abandono, era la ausencia. Suspiré. Calculé lo que aquella ausencia debía durar. Dos meses.

Se detuvo, y aproximándose otra vez a murmuró dulcemente: ¡Vuelve pronto, Rodolfo! Su voz, su acento, me dominaron. ¡Juro exclame, verte una vez más, pero yo mismo, antes de morir! ¿ mismo? ¿Qué quieres decir? preguntó fijando en mi sus asombrados ojos. No me atreví a pedirle perdón; le hubiera parecido un insulto. No podía decirle entonces quién era yo.

La pobre niña comprendió, según creo, más de lo que yo le decía: sus grandes ojos asombrados se llenaron de lágrimas y me saltó al cuello. Partí. El ferrocarril me condujo á Rennes, donde pasé la noche. Esta mañana monté en una diligencia que debía dejarme, cinco ó seis horas después, en la pequeña ciudad de Morbihan, situada á poca distancia del castillo de Laroque.

¡Pero estos alemanes se han vuelto locos! gritó el joven ante el radiograma, rodeado de un grupo de curiosos tan asombrados como él . Vamos á perder el poco sentido que nos queda... ¿Qué revolucionarios son esos? ¿Qué revolución puede estallar en París si los hombres del gobierno no son reaccionarios?

Todos fueron saliendo del pabellón respetuosamente, asombrados del valor de Juanito y de su abuelo y sobre todo de la suerte que había tenido el perro forastero, refugiándose en aquella casa. Pobrecito, qué sed tenía, y puede que tenga también hambre; dijo el niño. ¿Quién? Este perro.

Y la verdad era para él a modo de una pelota de retazos, confusos y en desorden, de lo que había oído a don Joselito. Mirábanse los camaradas, asombrados de la sabiduría de su compañero, sintiéndose satisfechos de que uno de los suyos hiciese frente a gentes de carrera y las pusiera en aprieto, por ser clérigos casi siempre de pocos estudios.

Robledo, desde lejos, empezó á hacer signos y á dar voces avisando á don Carlos y al comisario, que aún seguían su conversación en el mismo lugar. Los dos se miraron asombrados al oírle decir con voz jadeante: ¡A caballo! Lo del aviso de la vaca fué una astucia de Manos Duras para que usted abandonase su estancia.

Palabra del Dia

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