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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Pero jamás llegaría á ese punto, jamás; me calumniáis. Quiero creerte, porque hasta ahora, si has sido traidor y ladrón, no has sido asesino. En muestra de ello, quiero las pruebas, las pruebas del crimen de Calderón; las pruebas para enviarle al cadalso. No hay pruebas. Vive la mujer del cocinero mayor, y aunque prófuga, se la buscará, se la encontrará, se la sujetará á la prueba del tormento.

Una semana hace que mató á mi hermano alevosamente, perseguíle con otros vecinos míos y acosado de cerca se refugió en el monasterio de San Juan. El reverendo prior no quiso entregármelo hasta que hube jurado respetar la vida de este asesino mientras tenga en la mano el crucifijo que le dió en prenda de asilo.

El infeliz que a veces no sospechaba haberla inspirado, es un «pillo, un canalla, un ladrón, un asesino, un...» el diccionario entero de denuestos. «Ya lo que quiere decir, habría dicho P. L. Courrier: es que tenemos opiniones diferentes». Lo que los españoles y nosotros llamamos calavera, se llama cachaco en Bogotá.

, , ya iba, ya iba; estaba resuelto, era claro, había que matar, ¿quién lo dudaba? pero antes... antes quería meditar, necesitaba calcular... , las consecuencias del delito... porque al fin era delito...». «Ellos eran unos infames, habían engañado al esposo, al amigo... pero él iba a ser un asesino, digno de disculpa, todo lo que se quiera, pero asesino». Se sentó en un banco de piedra.

Es Ataide que en vano al asesino de su madre ha buscado en la pelea; Ataide, á quien dolor de las entrañas y el recuerdo tristísimo de Leila y de su suerte el torcedor cuidado en horrendo afanar le desesperan; es que la muerte, como bien supremo, por todas partes busca y no la encuentra.

No merece este amor asesino que me ha entrado en el alma murmuraba la comedianta bajando precipitadamente las escaleras . ¡Yo estoy loca! ¡yo me muero! ¡Dios mío! ¡irá! ¡irá! ¡le parezco hermosa! ¡le embriago!... ¡, irá! pues bien... ¡me vengaré de él y de ella! ¡él me obliga! ¡aquel horrible beso!... ¡Oh, Dios mío!

Una noche lo hicieron examinar en la comisaría a un coronel que estaba de visita, y que se había disfrazado de gaucho, y después de darle mil vueltas y de hacerle sacar la lengua y blanquear los ojos, dijo que era ladrón, asesino e incendiario. ¡Y sería no más, pues! ¡Hay tantos diablos que parecen santos!

Entraron en palacio, y al verse el corchete en un lugar donde no podía ser visto por los otros ministros del Santo Oficio, dijo al cocinero: De aquí no pasáis si no me dais lo que me habéis de dar. ¡Asesino! murmuró Montiño, y sacando cuatro doblones de oro los dió al corchete con el mismo dolor que si le hubiera dado un ala de su corazón. Esto es poco dijo el tremendo alguacil. No tengo más.

¡Todos me quieren matar! ¡Las han mandado contra , todas! ¡El monte está lleno de arañas! ¡Me han seguido desde casa!... Ahí viene otro asesino... ¡Las trae en la mano! ¡Viene echando víboras en el suelo! ¡Viene sacando víboras de la boca y las echa en el suelo contra ! ¡Ah! pero ese no vivirá mucho... ¡Le pegué! ¡Murió con todas las víboras!... ¡Las arañas! ¡Ay! ¡Socorro!!

Sostengo añadió el joven rápidamente, como si quisiera no darse el tiempo de pensar en lo que decía, y para hablar se venciera a mismo: sostengo que esa mujer se sacrifica por amor, por celo sectario; que el asesino aprovecha de su sacrificio para asegurarse la impunidad. Digo que el asesino es él, que no puede ser otro que él... ; Vérod tenía que decir eso.

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