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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Llegó el Cura en esto, dile cuenta de lo tratado, y le gustó mucho lo de mejorar la casa; pero no tanto lo de mi viaje a Madrid... «Ahora, si convenía para bien de todos, como yo le aseguraba, fuera eyu por el amor de Dios.» ¿Y Lituca? ¿Qué diría de mi marcha cuando tuviera noticia de ella?

Mi mujer y yo permanecimos un poco cortados, puesto que repetidamente hicimos muestras de no creer lo que aseguraba nuestro guia. Le habiamos desmentido de una manera que le honraba, porque honraba al establecimiento; á veces un mentís es una victoria; pero al cabo le habiamos desmentido. Vamos ahora al efecto de las figuras.

Eran dos columnas cerradas de prosa poética, engalanada con todas las flores de la retórica, en que se cantaba la dulce influencia de esta mitad del género humano. Aseguraba en términos calurosos, que la civilización no existe sino en el matrimonio. El amor conyugal es su única base. Todo es santo, todo es hermoso, todo es feliz en el lazo íntimo que une a dos jóvenes esposos.

Lo cierto era que Fulgosio, el coronel, nunca había presenciado un duelo a pistola, aunque él aseguraba haber asistido a muchos, y Ronzal y Bedoya en su vida habían intervenido en semejantes negocios. Frígilis sólo había visto el duelo frustrado de Mesía. Aquellas condiciones las había copiado el coronel de una novela francesa que le había prestado Bedoya.

Fortunata aseguraba que aquella costumbre suya no tenía mérito porque el trabajo le gustaba. «Eres una alhajita le decía su amante con orgullo . En cuanto a las peinadoras, todas son unas grandes alcahuetas, y en la casa donde entran no puede haber paz». Más adelante tomarían alguna criada, porque no convenía tampoco que ella se matase a trabajar.

Sus negocios eran múltiples y complicadísimos: prestaba y tomaba prestado a tipos usurarios, según las circunstancias; su influencia en la Bolsa era tremenda y misteriosa a la vez; la mitad creía que estaba a la baja, la otra mitad aseguraba que jugaba a la alza; don Eleazar vivía en el escritorio y recibía allí a las gentes de todas clases, siempre con su aparente humildad, instalando ante todo su probidad, su desinterés y su honor comercial ante el interlocutor que, por más prevenido que estuviese contra él, terminaba por escucharlo y someterse.

Esto es un escopetazo decía uno. Vamos decía otro , todo se comprende bien: si ella aseguraba que no pensaba en casarse, era por vanistorio, porque desdeñaba a los lugareños; pero, apenas llegó por aquí un currutaco de la corte, cayó sobre él y le atrapó, como la araña atrapa a la mosca.

El aire de la mañana y la alegría del balneario le ponían de muy buen humor, y sin cesar aseguraba que si los tontos que se van fuera conocieran los establecimientos de los Jerónimos, Cipreses, el Arco Iris, la Esmeralda y el Andaluz, de fijo no tendrían ganas de emigrar.

El párroco les aseguraba que no habia tal, pero simple ó maliciosamente añadió, que habia cuatro europeos ya confesados. Los indios que no deseaban otra cosa, se encendieron en ira, y llenos de furor entraron en la iglesia por fuerza, abrieron las bóbedas, y las indias mas atrevidas que los hombres, penetraron lo mas oculto.

El único suceso importante que turbó la calma de aquella comida melancólica y callada, fué una ligera disputa suscitada entre las dos arpías, porque Salomé decía que el estofado se quemó por culpa de Paz, y ésta aseguraba lo contrario. Al concluir, Elías dió tregua á sus meditaciones para preguntar: Pero ¿no está mejor doña Paulita? ¡Bah! supongo que no será nada.

Palabra del Dia

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