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Actualizado: 25 de junio de 2025


Después, aún se sentaba otro rato a confesar, y se iba a casa. Hasta la hora de comer, estudio, meditación, rezo. Después otra vez a la iglesia: rosario, enseñanza de doctrina, arreglo y aseo del templo. Desde que él llegó, éste comenzó a estar limpio y decoroso. Sin reprenderle, logró con el ejemplo, echando él mismo mano al plumero y a la escoba, que el sacristán cumpliese con su deber.

Ahora es un gorjeo que sobre mi cabeza sueña un verso de amor... Vuelve a chillar la prosa: mugriento y sin aseo el tren silba ya el grito carnal de un estertor. Unas nubes muy blancas se agarran al azul. Árboles verdinegros vigilan el espacio. Los murmullos del río me rozan como un tul que acaricia las trenzas de una novia. Despacio marcha el sol.

La casa era modesta; pero la sencillez y el aseo revelaban en ella un bienestar pacífico. La joven llamó su atención más que la casa. Sin embargo, estamos seguros de que no tenía más que diez y siete. Su estatura era más bien alta que baja, y su talle, su busto, su cuerpo todo tenían las formas gallardas y las bellas proporciones que han sido siempre patrimonio de las hijas de las dos Castillas.

Por las ventanas del coitijo sovían pasar con mucha freqüencia barcos cargados de efendis, baxáes y cadíes, que iban desterrados á Lemnos, Mitylene y Erzerum; y llegar otros cadíes, otros baxáes y otros efendis, que ocupaban el lugar de los depuestos, y que lo eran ellos luego; y se vían cabezas rellenas con mucho aseo de paja, que se llevaban de regalo á la Sublime Puerta.

De aquí, por último, que ganasen tanto crédito las sibilas, las pitonisas y las druidisas; todo ello, sin duda, porque cuidaban más de sus personas, y lograban pulir y descubrir la escondida hermosura, invisible por lo general en la hembra por falta de pulimento y aseo. Además, el entender la hermosura y el afanarse por lograrla hacían hermosa a la mujer.

Luego se vistió de limpio. El bienestar que el aseo y la frescura daban a su cuerpo, se confundía en cierto modo con el descanso de su conciencia, en la cual también sentía algo como absoluta limpieza y frescor confortante. Dedicose luego al arreglo de la casa, y con el poquito dinero que tenía hizo su compra, y le preparó a Mordejai una buena comida.

Y la primera entrada que hizo Preciosa en Madrid fué un día de Santa Ana, patrona y abogada de la villa, con una danza en que iban ocho gitanas, cuatro ancianas y cuatro muchachas, y un gitano, gran bailarín, que las guiaba; y aunque todas iban limpias y bien aderezadas, el aseo de Preciosa era tal, que poco a poco fué enamorando los ojos de cuantos la miraban.

Ya lo he dicho en otro lugar, y voy á decirlo aquí otra vez. El que crea que no necesita leerlo dos veces, que lo pase por alto; pero casi me atrevo á decir que aunque lo leyera todos los dias, no perderia el tiempo. Una virtud moral que se llama recato. Una virtud física que se llama aseo. Una virtud social y religiosa que se llama caridad.

La poblacion está dividida en dos barrios: el de arriba, llamado Susúa, que es todo de casas de paja, pero mantenidas con aseo y mucha gracia; y el de abajo, compuesto de dos largas calles muy bonitas, cortadas en ángulos rectos, á cordel, y totalmente formadas por fuertes edificios de mampostería.

Tal vez no poseía toda la cantidad y necesitaba pedir un refuerzo á la caja del Casino; tal vez iba á ocultarse por un instante en los gabinetes de aseo, sacando los billetes de los diversos escondrijos de su traje y hasta de sus zapatos. Sintió Miguel una mano discreta que rozaba su diestra, introduciendo entre los dedos un rollo de papeles.

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