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Actualizado: 30 de junio de 2025
Luis, que tantas veces había pensado en él con arrebatos de cólera, y que al verle había sentido impulsos de arrojarse a su cuello, acabó por mirarle con simpatía y respeto. ¡También la amaba! Y la comunidad en el afecto, en vez de repelerlos, ligaba al marido y al otro con una simpatía extraña. Que se vaya, que se vaya repetía la enferma con una terquedad infantil.
«No sospechaba aquel ciego, tan inoportunamente alegre y decidor, que su amigo, su mejor amigo, al romper la marcha el tren había tenido tentaciones de arrojarse al andén; y después, de tirarse por la ventanilla a la vía, y correr, correr desalado a Vetusta, entrar en el caserón de los Ozores y coser a puñaladas el pecho de una infame...».
Nunca he visto una figura más horrible que la de Yégof en aquel momento; mas al ver que, por segunda vez, la gente iba a arrojarse sobre él, me vi obligada a defenderle. Es un loco les dije ; ¿no os da vergüenza creer en las palabras de un loco? Por mi mediación, los hombres se detuvieron; pero yo no pude cerrar un ojo en toda la noche. Recordaba a cada momento lo que aquel miserable había dicho.
De pronto, el cielo pareció escuchar aquella demanda, ciertamente justa, porque dos velas aparecieron a lo lejos; las dos cortaban el viento corriendo la una cerca de la otra, de modo que la embarcación del gitano debía encontrarse encerrada entre las dos o bien arrojarse a la costa; ¡y cuál no fue la alegría pública cuando reconocieron a dos escampavías del Gobierno que izaron el pabellón español, asegurándole con un cañonazo!
Sin embargo, pocos días después de la ejecución de Bracamonte, y no sin prevenir de antemano al Corregidor, marchose don Alonso para Madrid, con el propósito de pedir amparo a su amigo el Conde de Chinchón y arrojarse a los pies del soberano protestando de su inocencia. Felipe Segundo se hallaba todavía en El Escorial, y don Alonso prosiguió su viaje con una carta del Conde.
Después que recobró el conocimiento dijo los motivos que había tenido para arrojarse al estanque. Debía tres duros al joven que le perseguía; no podía pagárselos, y aquél, enfurecido, salió de la tienda para pegarle. En parte por miedo y en parte por desesperación había querido matarse. El hortera, a quien los guardas del Retiro habían detenido, no negó lo que su deudor decía.
Ahora voy a explicarle ese acontecimiento continuó Adela . Desde el instante en que recibió ante sus compañeros el nuevo título con el cual en lo sucesivo se le debía reconocer, menos orgulloso de aquella distinción que, enajenado de poderlo hacer servir para el éxito de su amor, corrió a arrojarse a los pies de mi abuelo y a confesarle su falta, su arrepentimiento y sus deseos.
Repito que vengo a echarte de esta casa y del puesto que usurpas repuso ésta con tranquilidad amenazadora, desafiándola con la mirada. La Amparo hizo un movimiento de arrojarse sobre ella, pero deteniéndose súbito se puso a gritar con voces descompasadas: ¡Pepe, Gregorio, Anselmo! A ver, que vengan todos. ¡Pepe, Gregorio! ¡Echadme esta tía de casa, que me está insultando!
Dos horas después, entró de repente en la cámara una joven, una divinidad, vestida con un hábito, un velo y una toquilla de educanda y se detuvo al ir á arrojarse en los brazos del conde de Haro, al ver que había con él otro respetable señor, que la miraba ni más ni menos que como hubiese podido mirar á una yegua de raza, sin mover una pestaña.
Quevedo, cuanto de prisa se lo permitieron sus mal configurados pies, corrió al vano cubierto antes por la reja, y la encontró franca. Como había previsto Quevedo, la pólvora había hecho volar la reja. Y sin pararse á meditar si la altura era ó no tal que pudiese arrojarse á tierra un hombre sin peligro, Quevedo se dejó caer.
Palabra del Dia
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