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Actualizado: 10 de junio de 2025


Era un exagerado y así en los goces como en las penas iba hasta el último extremo... Le he visto llorar arrepentido en los brazos de su madre, como un niño, después de alguna calaverada gorda, lo que no le impedía repetirla el día siguiente.

La chica se fijó en la intención del pellizco porque se había fijado en el tratamiento. ¡Le había llamado de ! Esté usted tranquila; no va con usted nada respondió don Álvaro... ya arrepentido de haber cedido al ruego tácito de Anita.

¿Qué es esto? dijo don Juan , ¿nos habremos equivocado de puerta ó se habrá arrepentido doña Clara? No; sino que aquí también hace sueño, ¡ya se ve! ¡es tan tarde! Y Quevedo bostezó y llamó por segunda vez. ¿Quién llama? dijo tras el postigo una soñolienta voz de mujer. ¿No os lo dije? dormían contestó Quevedo ; ¿pero qué hacéis que no contestáis? ¿Quién es? dijo la voz de adentro más despierta.

En fin, pues fui entonces cobarde y necio, no es mucho que muera ahora corrido, arrepentido y loco.

26 Y si decimos, de los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta. 27 Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos. Y él también les dijo: Ni yo os digo con qué autoridad hago esto. 28 Pero, ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y llegando al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. 29 Y respondiendo él, dijo: No quiero; mas después, arrepentido, fue.

Don Ramón creyó ver de nuevo en su amigo un gesto de conmiseración. Despréciame cuanto quieras: los jóvenes no entendéis ciertas cosas; podéis ser puros, sin que por esto sufran más que vuestras personas... Además, muchacho; yo no estoy arrepentido de lo que llaman mi apostasía.

El señorito mostrábase arrepentido de su pasado, y la gente, al transcurrir algunos meses, había olvidado por completo el escándalo del cortijo. Luis mostraba gran predilección por la vida en Marchamalo. Algunas veces le sorprendía la noche y se quedaba a dormir en la torre de los Dupont. Estoy allí como un patriarca decía a sus amigos de Jerez.

Terminó el sermón, y siguióse luego, y terminó también aquel canto suavísimo, patético grito del pecador arrepentido: ¡Perdón, oh Dios mío!

Y como sospechase cierto conato de gesto burlón en la faz cobriza y los ojos estrechos de Gómez, añadió: No se necesita más para matar a un hombre. Todos los que yo he visto morir tuvieron bastante con una bala. No lo olvide usted, joven. El joven se calló, arrepentido de su audacia, sintiendo respeto por aquel hombre extraordinario que había presenciado tantos combates y muertes.

Con voz del Santo Oficio y apellido Le prenden, y eso suena su proceso: En un punto se el pobre afligido, Con miserable fin del mal exceso. ¡Quien duda que estaba arrepentido, En contemplar el triste aquel suceso! Que el solo conocer su grave culpa, Es lo que al pecador mas le disculpa.

Palabra del Dia

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