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Actualizado: 12 de mayo de 2025
De estos 92 dias hay que rebajar 67, pasados en las reducciones de San Bernardo el Vertiz, y de Lacangayé; quedando apenas 25 dias útiles para el viage emprendido desde los arranques navegables del Bermejo hasta su desembocadura en el rio Paraguay.
Aunque por un refinamiento de hombre gastado le placiesen para queridas las mujeres de genio vivo y hasta un poco agresivas, los arranques de la hija del sillero rebasaban ya los límites de lo tolerable. No era posible continuar. Sus planes sabios corrían peligro de hundirse para siempre con aquella chiquilla violenta y caprichosa.
Como que llegó a tomarle como piedra de toque de la ley de su elocuencia, ensayando con él, bajo el disfraz de motivos de tres al cuarto, por salvar las convenientes distancias jerárquicas, entonaciones, actitudes y arranques que pensaba ostentar, en toda su verdadera aplicación y pompa, en el teatro de sus hazañas políticas.
A una de las casas le dicen de la Culebra, porque por fuera tiene cortada en la piedra viva una serpiente enorme, que le da vuelta sobre vuelta a la casa entera: otra tiene cerca del tope de la pared una corona hecha de cabezas de ídolos, pero todas diferentes y de mucha expresión, y arregladas en grupos que son de arte verdadero, por lo mismo que parecen como puestas allí por la casualidad; y otro de los edificios tiene todavía cuatro de las diecisiete torres que en otro tiempo tuvo, y de las que se ven los arranques junto al techo, como la cáscara de una muela cariada.
Adelante, adelante, a soltar todos sus arranques líricos sobre la gran epopeya nacional y cristiana.
Buscó un pretesto para enfadarse con los tíos, dejó de visitarles, limitándose a mirarla en paseos y teatros, y por ultimó comenzó a entenderse con ella por escrito, en cartas donde interpolaba la tristeza del alejamiento con los arranques de pasión mal contenida.
¡Dudar yo de la reina! ¡de mi esposa! dijo el rey en uno de los arranques de verdadera dignidad que á veces dejaba conocer . ¡Cómo! ¿por qué había yo de dudar de vos, señora? Oidme, don Felipe, oidme, perdonadme, porque por una sola vez en mi vida he obrado con ligereza.
Quería ser como de niño; que su madre se encargase de todo, él se dejaría llevar sin resistencia ni movimiento por la corriente de su destino. Pero esta resignación se rasgaba a veces con arranques de protesta, con palpitaciones violentas de pasión. Comenzaban a florecer los naranjos. La primavera hacía densa la atmósfera.
Te confieso que llegué a sentir veleidades de conquistar cierta extraña clase de nombradía; de echar mi modestia a un lado y de obtener palma y corona en el certamen de la hermosura. No fue el sentido moral quien detuvo mis arranques e impidió que cayese yo en aquel precipicio: fue mi soberano desdén hacia el juicio y la estimación de los hombres.
Hay en mi alma, que no está aún sazonada para los austeros goces del sacrificio, arranques impetuosos de juventud y desesperación. Mi vida consagrada y sacrificada sin reserva á otra vida más débil y querida, no me pertenece: no tiene porvenir, está en un claustro, encerrada para siempre. Mi corazón no debe latir, mi cabeza no debe pensar sino por cuenta ajena. En fin, que Elena sea dichosa.
Palabra del Dia
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