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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Sentía una temblorosa timidez siempre que el rector le invitaba á alguna de sus tertulias, donde había hombres jóvenes en edad de casamiento, ansiosos de que alguien los sacase á bailar ó que entonaban romanzas sentimentales acompañándose con el arpa. Además, en su afecto sincero por el recién llegado había algo de egoísmo.
Hasta aquí llega lo que podríamos llamar la prehistoria de las castañuelas. La historia moderna es familiar a todos los oídos; el repiqueteo está en todos los tímpanos. La castañuela está ya tan difundida en el mundo como el arpa eólica en los cielos.
Estos cantares, jácaras, letrillas, romances, villancicos, que en número crecido subsisten todavía, no tienen forma bien determinada, y generalmente sólo anuncian su destino en el refrán, que á veces se repite en cada estrofa. Cantábanse por lo común con la guitarra, y á veces con la flauta y el arpa, y algunas bailarinas tenían la habilidad de cantarlos y bailarlos á un tiempo .
Veíale, de pronto, inclinar su cabeza sobre el pecho, el arpa escaparse de sus manos, y su rostro inundarse de lágrimas, que procuraba ocultar con una sonrisa; luego, para desechar su melancolía, ejecutaba algún bolero o alguna graciosa barcarola. »Nada igualaba a la bondad de su corazón, pero encontraba en su carácter contradicciones que me sorprendían y que no podía explicarme.
4 Acomodaré a ejemplos mi oído; declararé con el arpa mi enigma. 6 Los que confían en sus haciendas, y en la muchedumbre de sus riquezas se jactan, 10 Pues se ve que mueren todos los sabios; el loco y el ignorante perecen, y dejan a otros sus riquezas.
Cantad a Dios, fortaleza nuestra; al Dios de Jacob celebrad con júbilo. 2 Tomad la canción, y tañed el adufe, el arpa de alegría con el salterio. 3 Tocad la trompeta en la nueva luna, en el tiempo señalado, en el día de nuestra fiesta solemne. 8 Oye, pueblo mío y te protestaré. Israel, si me oyeres, 9 no habrá en ti dios ajeno, ni te encorvarás a dios extraño.
Subió al cielo su madre, para que Vulcano le hiciera un escudo nuevo, con el dibujo de la tierra y el cielo, y el mar y el sol, y la luna y todos los astros, y una ciudad en paz y otra en guerra, y un viñedo cuando están recogiendo la uva madura, y un niño cantando en una arpa, y una boyada que va a arar, y danzas y músicas de pastores, y alrededor, como un río, el mar: y le hizo un coselete que lucía como el fuego, y un casco con la visera de oro.
Luego enseñaba a Jaime grandes estampas con vistas de las ciudades en las que había vivido, y que al niño le parecían poblaciones de ensueño. Algunas veces se quedaba contemplando el retrato de «la abuela del arpa», de su esposa, la interesante doña Elvira, el mismo lienzo que estaba ahora en el recibimiento con las demás señoras de la familia. No parecía conmoverse.
Siguió el paso gracioso de las tapadas de negro manto, que le hicieron recordar á su tío el médico. En las noches de remolienda apartaba su vista muchas veces de los beldades morenas y jóvenes que danzaban la zamacueca en medio del salón. Le interesaban las matronas envueltas en velos de luto que hacían sonar el piano y el arpa, acompañando la danza con cánticos suspirantes.
Distínguense, además, por los atributos que en sus manos tienen: David lleva el arpa; Salomón, un modelo del templo, y Moisés, las Tablas de la Ley. Como los profetas hicieron vida áspera y penitente, y no se cuidaron mucho del primor y de la elegancia en el vestir, se llaman los ensabanados, porque sus túnicas y mantos están hechos con sábanas.
Palabra del Dia
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