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Actualizado: 20 de julio de 2025
Caminaba yo rápidamente penetrado y como estimulado por aquel baño de luz, por aquellos aromas de vegetación naciente, por aquella vivaz corriente de pubertad primaveral que impregnaba la atmósfera. Lo que yo experimentaba era a la vez muy dulce y muy ardiente. Me sentía emocionado hasta las lágrimas, pero sin languidez ni empalagosa ternura.
Las damas y los caballeros discurrían por los caminos enarenados aspirando con delicia el fresco de la noche, embalsamado por los aromas de las flores. Sólo había un punto negro en aquella deliciosa velada. Al aproximarse a la verja vislumbraban a la muchedumbre de obreros, mujeres y niños que habían acudido de Riosa al ruido de la fiesta.
Ya más cuidadoso, comencé a halagarla con mi voz, fingiendo su arrullo, cuando para mi mayor asombro la miro pararse en mis hombros, trayendo pendiente del cuello, con un listón de color de lirio, un billete recogido con delicados pliegues y empapado en aromas de rosas. Merece ser tuya, porque merece el reino de la Arabia, y tú debes ser suyo, porque eres virtuoso.
Así, cuando algunos días después del baile, Juan acompañó a los Aubry de Chanzelles a la estación, la joven no se sorprendió de encontrar un ramo de soberbias rosas, cuyos tallos desaparecían en un artístico vaso de cristal, en el vagón que el señor Aubry había encargado para el viaje, como tampoco se admiró de hallar helados de aromas variados, en las pequeñas cajas de metal blanco, que Boissier ha puesto a la moda en el teatro.
Al poner tu descalzo pie en el rústico altar del pobre, parece que las lóbregas estancias se llenan de celeste luz. Rosadas nubes te circundan, y de tus azucenas se desprenden finísimos aromas que embelesan el alma, dándole á conocer el puro ambiente que en la mansión de los justos se respira.
«Mi esposo y yo acabamos de dar un paseo por nuestras viñas en flor: hemos respirado un aire embalsamado de dulces aromas.
Todas las tardes de verano cruzaban por las calles de Lima varios muchachos, y al pregón de ¡el jazminero!, salían las jóvenes a la ventana de reja, y compraban un par de hojas de plátano, sobre las que había una porción de jazmines, diamelas, aromas, suches, azahares, flores de chirimoya, y otras no menos perfumadas. Las limeñas de entonces buscaban sus adornos en la naturaleza, y no en el arte.
No tenía de la aldea la holgura, ni la independencia, ni el horizonte, ni el aire puro, ni el sol esplendoroso, ni los aromas, ni el plácido aislamiento; pero sí sus miserias, sus vecindades, su escasez de recursos, su soledad, su desamparo, su pequeñez.
Hay poblaciones enteras que no viven de otra cosa; y acaso en mucha parte debe atribuirse la índole dulce y laboriosa de los Suizos al hábito de cuidar con esmero los árboles, admirarlos repletos de flores y aromas y recoger sus frutos al lado de muy numerosas colmenas.
El señor subprefecto, embriagado de aromas, ebrio de música, pretende inútilmente resistir el nuevo encanto que le invade. Colócase de codos sobre la hierba, se desabrocha la hermosa casaca, y farfulla otras dos o tres veces: Señores y queridos administrados. Señores y queridos adminis... Señores y queridos...
Palabra del Dia
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