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Actualizado: 21 de julio de 2025


Rió de la sobriedad de Ferragut, que aclaraba con agua la rojiza negrura del vino italiano. Así debieron beber sus antecesores los argonautas dijo alegremente . Así bebía indudablemente su abuelo Ulises. Y llenando ella misma la copa del capitán, con una dosificación exageradamente escrupulosa de la parte de agua y la parte de vino, añadió alegremente: Vamos á hacer una libación á los dioses.

Venía a su memoria el recuerdo de los primeros argonautas, compañeros de Jasón, y con ellos el poema de Apolonio de Rodas, cantor de la fabulosa aventura del vellocino de oro.

Y les dije a los míos: «Miren, niños, y aprendan; de aquí salieron los abuelos de ustedes». Me conmoví un poco al ver la pobreza de donde venimos. Se generalizó la conversación, y al fin fue Ojeda el único que habló, recordando con entusiásticas palabras las hazañas de los argonautas oceánicos.

Habiendo tenido la suerte de encontrar la famosa gran fortuna en las lindas manos de miss Maud Watkinson, empleó sabias maniobras para poner constantemente a su protegido frente a la joven heredera. De acuerdo con la madre de Huberto, ponderaba, delante de él, a los jóvenes argonautas modernos que saben conquistar el Vellocino de Oro.

Al descender a la cubierta de paseo encontró Fernando al doctor Zurita, que hablaba con Maltrana, apoyados los dos en la baranda, frente al mar. La soledad del Atlántico traía a su memoria el recuerdo de los argonautas de España, que habían sido los primeros en violar el secreto de los desiertos azules.

Mi dios se venga de los que le llaman vil sometiéndolos a la humillación, que es el mayor de los envilecimientos. Miró a Ojeda largamente con extrañeza, y luego continuó: ¡Y que un hombre de su talento no crea que el dinero es el móvil de las más grandes acciones!... Acuérdese de los primeros navegantes que rasgaron los misterios del mar: de nuestros respetables abuelos los argonautas.

Fernando la vio; la vio venir, con sus ojos entornados, por encima del azul del mar, como una burbuja de oro desprendida del sol, como un harapo de luz que acabó por detenerse sobre el filo de la proa, lo mismo que las imágenes divinas que adornaban las naves de los primeros argonautas.

Abajo me acordaba de los argonautas españoles que en estos mares vendían los calzones por un vaso de agua tibia... ¡Y nosotros que bebemos fresco a todas horas!... Venga más hacia aquí, Ojeda; yo necesito calor y huyo de la sombra. Le molestaba un bote de la última cubierta suspendido sobre sus cabezas, que repelía el sol o le dejaba paso, siguiendo el lento vaivén del buque.

Por eso mismo hemos recogido estos apuntes anecdóticos esparcidos acá y allá en las biografías y en las revistas francesas, más curiosas de la vida al detalle de los grandes hombres que las revistas españolas. Los argonautas del vellocino de... cobre

Ellos realizaron hace docenas de siglos lo que usted y yo buscamos ahora. Iban a la conquista del Vellocino de Oro, lo mismo que nosotros, argonautas con pantalones, al meternos en este buque... Y cuando el navío Argos estaba a punto de zarpar, el primero que saltó en él con la lira a cuestas fue Orfeo, el divino cantor, el primero de los poetas conocidos.

Palabra del Dia

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