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Actualizado: 19 de mayo de 2025


JARIFA. Yo, señor, le doy a vos. NARV. Pues yo os entrego a los dos. ZORAID. Yo a vos tres, dándome a ; Y os daré seis mil ducados Por los tres. NARV. Esos le doy A Jarifa. JARIFA. Vuestra soy. NARV. Queden al dote obligados. JARIFA. Dos arcas de ropa blanca De mi mano os enviaré. NARV. Esas solas tomaré, Por ser de mano tan franca. ZORAID. Su yerro juzgo por dicha. NARV. Y yo haberos obligado.

Estos traen seis comedias, tres ó cuatro autos, cinco entremeses, dos arcas, una con hato de la comedia y otra de las mujeres. Suelen traer entre siete dos capas, y con estas van entrando de dos en dos como frailes. Y sucede muchas veces, llevándoselas el mozo, dejarlos á todos en cuerpo.

Lleváronse en las mismas arcas antiguas de madera en que estaban en la catedral, y en ellas se conservaron bajo sendos arcos á los lados del coro de la nueva colegiata hasta el año de 1846, en que se les hicieron sepulcros de jaspe rojo, de forma nada bella.

No aventura nada por no perder nada; desconfia hasta de las personas que mas le aman; en el silencio y tinieblas de la noche visita sus arcas enterradas en lugares misteriosos, para asegurarse que el tesoro está allí, y aumentarle todavía mas; y entre tanto le acecha uno de sus sirvientes ó vecinos, y el tesoro con tanto afan acumulado, con tanta precaucion escondido, desaparece.

Le parecía verse ya, en compañía del ilustre Eneene, hundiendo las pecadores manos en las arcas recién llegadas, acariciar las flamantes monedas y atiborrarse de ellas los bolsillos, glotonamente.

Muchas, muchísimas veces, he asistido á esta operación llena de evocaciones tristes. ¡Ah, los buenos, los aventureros, los sufridos baúles magos!... Arcas de hechicería donde se dieron cita armas de todas clases, pelucas de todos colores, trajes de vivos matices pertenecientes á épocas separadas en la historia universal por siglos; y en cuyos costados hay etiquetas con el nombre de ciudades distanciadas entre por millares de leguas. ¡Baúles magos!

Parece que una mañana se levantó Carlos III con humor de suegra, y francamente que razón había harta para avinagrar el ánimo del monarca. Su majestad había soñado que las arcas reales corrían el peligro de verse como Dios quiere a las almas, es decir, limpias, porque sus súbditos de las Américas andaban un si es no es remolones para proveerlas. ¡Carrampempe!

Una panoplia antigua completa, otras dos modernas muy brillantes y bordadas; escopetas, pistolas y trabucos de todas épocas y tamaños llenaban las paredes y los rincones. En arcas y armarios guardaba don Víctor con el cariño de un coleccionador los trajes de aficionado que había lucido en mejores tiempos.

El general, por su parte, seguía la política de Butrón, barrer para dentro, y calculaba ya las copiosas sangrías que, en nombre de los conspiradores, podría hacer su espada victoriosa en las repletas arcas de los consortes López Moreno.

Para estos y otros parecidos menesteres había en arcas y alacenas buena provisión de sábanas y mantelerías superiores, maciza y abundante plata de mesa y hasta dos colchas de damasco y un crucifijo de marfil y ébano. Nada faltaba allí de lo que no debía de faltar en la casa de una familia como la nuestra.

Palabra del Dia

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