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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Tuve que hacer lo que me pedían, con Flavia sentada a mi lado oyéndolo todo, y les anuncié que el acto se celebraría quince días después, en la catedral de Estrelsau. La noticia fue recibida con extraordinarias manifestaciones de aprobación y alegría en todo el Reino, y supongo que sólo dos hombres la deploraron: el Duque y yo.
Me dispensarás que te diga, caro marqués, que tus explicaciones no me satisfacen... La señorita de Sardonne es casi de tu familia, y nuestras conexiones de amistad son tales que no podrían abandonarme a mis proyectos acerca de aquella joven sin obtener de antemano tu aprobación.
Un silencio de aprobación acogió estas palabras del dueño de Villa-Sirena. Lo único que exijo continuó el príncipe después de una larga pausa es que vivamos solos, entre hombres. ¡Nada de mujeres! La mujer debe quedar excluída de nuestra existencia en común.
Mis esponsales tuvieron la aprobación de la nobleza y también del grueso público; por todas partes no vi más que caras sonrientes y manos afectuosamente tendidas que me felicitaban.
Roberto estaba todavía sentado, como yo lo había dejado, en una esquina del canapé; había fumado su cigarro, del que no le quedaba ya más que la punta entre los dedos, y el bordado de Marta contenía una flor que antes no existía. ¿Por qué te encoges de hombros con ademán tan despreciativo? me preguntó Marta. Y Roberto agregó: Parece que no tengo la aprobación de la señorita.
El santo Concilio de Trento mandó, que no se publicasen milagros sin aprobacion del Ordinario Eclesiástico, y en algunas Sinodales nuestras se previene, que no se pongan en las Iglesias las señales que suelen ponerse por indicio del milagro, sin la aprobacion del mismo Ordinario.
Y siguió trabajando, pero con más ardor, sin levantar la cabeza, deseando acabar cuanto antes. El Menut miraba a todos fijamente y se encogía de hombros con cierta arrogancia, como si, rota ya su timidez, le costara trabajo volver a recobrarla. Tono fue el primero en vestirse y salió acompañado hasta la puerta por los buenos consejos del amo, que él agradecía con cabezadas de aprobación.
Aragón sólo espera nuestra señal para arrojarse; Sevilla bulle y se revuelve, Valladolid, Madrid y Toledo vendrán a la zaga, apenas nosotros marchemos. Un coro ardoroso de aprobación respondió a la arenga de Bracamonte. Luego, en medio del silencio que sobrevino, una sola voz resonó, adusta, inconfundible. Que no se diga que la vejez, enflaqueciendo mis fuerzas, ha destemplado mi corazón.
¡Bueno está eso! -respondió don Quijote-. Los libros que están impresos con licencia de los reyes y con aprobación de aquellos a quien se remitieron, y que con gusto general son leídos y celebrados de los grandes y de los chicos, de los pobres y de los ricos, de los letrados e ignorantes, de los plebeyos y caballeros, finalmente, de todo género de personas, de cualquier estado y condición que sean, ¿habían de ser mentira?; y más llevando tanta apariencia de verdad, pues nos cuentan el padre, la madre, la patria, los parientes, la edad, el lugar y las hazañas, punto por punto y día por día, que el tal caballero hizo, o caballeros hicieron.
Pero, a pesar de aquellas muestras aisladas de aprobación e interés, la mayoría de la población miguelista me recibió en silencio y con ceñudos semblantes, y en gran número de casas se veía el retrato de mi muy amado hermano, irónica manera de dar la bienvenida al Rey. Me alegré de que éste no estuviera allí para presenciar el nada grato espectáculo.
Palabra del Dia
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