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Actualizado: 22 de junio de 2025
De nuestros conocidos, los que salieron mejor librados fueron Isagani y Sandoval: el primero aprobó la asignatura que cursaba bajo el P. Fernandez y fué suspendido en las otras, y el segundo pudo marear al tribunal á fuerza de discursos.
Quería hacerlo caer á sus pies, como un adversario aborrecido y apreciado al mismo tiempo. El viejo Foster, que nunca tenía bastantes horas para los negocios, aprobó con alegre laconismo los propósitos de la hija de su amigo. Su cargo de tutor le había proporcionado muchas inquietudes, y celebraba librarse de Mina por algún tiempo.
Con lo que Cardenio dijo se acabó de admirar Dorotea, y, por no saber qué gracias volver a tan grandes ofrecimientos, quiso tomarle los pies para besárselos; mas no lo consintió Cardenio, y el licenciado respondió por entrambos, y aprobó el buen discurso de Cardenio, y, sobre todo, les rogó, aconsejó y persuadió que se fuesen con él a su aldea, donde se podrían reparar de las cosas que les faltaban, y que allí se daría orden cómo buscar a don Fernando, o cómo llevar a Dorotea a sus padres, o hacer lo que más les pareciese conveniente.
Por primera vez Argensola aprobó con los ojos y el gesto las palabras de Hartrott. Exacto lo que decía: el mundo era víctima de la «superstición alemana». Una cobardía intelectual, el miedo al fuerte, hacía admirar todo lo de procedencia germánica, sin discernimiento alguno, en bloque, por la intensidad del brillo: el oro revuelto con el talco.
Aprobó la muchacha el plan que su protector le propuso. Este, aunque no sin fatiga y esfuerzo, le prestó dinero para el viaje y logró darle también una muy valiosa carta de recomendación, dirigida con el mayor empeño y ahínco y por persona de grande influjo al más rico capitalista de Río de Janeiro, que era el Sr. de Figueredo, a quien ya conocemos.
Cuando el señor Ministro aplicó a la política aquel calificativo tan feo, que no quiero repetir, Esteven lo aprobó, como todo lo que S. E. decía, con asentimiento de cabeza y repitiendo: Diga usted que sí, doctor, diga usted que sí.
No le acuso por ello; ha hecho lo que los demás. En la causa, declaró con mucho calor en favor del señorito Jacobo y según he sabido, pues no siempre pude estar presente, trató de probar su inocencia y de atenuar su responsabilidad. En fin, todo el mundo aprobó su conducta y la señora le dió las gracias. ¡Buen provecho le haga! Desde entonces no le he vuelto á ver.
Aunque en el primer momento Adolfo no recibiese bien la noticia, pensándolo mejor, aprobó el proyectado enlace. No tenía ningún tilde serio que oponer a don Mariano.
El viejo Cardenal aprobó con la cabeza las palabras del majo; pero la madre replicó con acento en que se traslucía aún la cólera: No creas que te entrego á mi hija de buena voluntad. Lo hago porque la conozco y sé que si la contrariase se enfermaría. Á mí no se me olvidan los desaires que la has hecho y si estuviese en su lugar puedes estar seguro de que no volverías ahora tan satisfecho á Cádiz.
Me vestiré decente y modestita». Despachados los más urgentes quehaceres del día, peinose con mucha sencillez, se puso su vestido negro, las botas nuevas; púsose también su pañuelo de lana oscuro, sujeto con un imperdible de metal blanco que representaba una golondrina, y mirándose al espejo, aprobó su perfecta facha de mujer honesta.
Palabra del Dia
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