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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Despidiéronse los viajeros de Pascuala, y se dirigieron, acompañados de Bozmediano y su gente, al portillo de Gilimón. Muy aprisa, por no dar lugar á que algún curioso los descubriera, subieron al coche. El cochero y su zagal iban en el pescante; un criado, hombre fuerte, armado de fusil, iba dentro con Lázaro y Clara.
EL CONDE. ¡Representas bastante bien la comedia, hija mía! Sin embargo... Astolfo, refiere lo que has visto. ASTOLFO. Estábamos aquí, en este mismo escalón... EL CONDE. ¡Más aprisa, muchacho! Sé lacónico. ASTOLFO. Y vimos de repente a alguien, que llevaba una vieja capa y parecía un criado, abrazar a la condesa. «¡Qué desgracia! me dijo el conde . Mi hija le es infiel a su prometido.
Apagué en seguida la lámpara que tenía en la mano y volví a colgarla del gancho fijo en la pared. Está obscuro. Se ha apagado la lámpara. ¿Tienes fósforos? dijo Bersonín. Pero había llegado el momento. Antes de que pudieran hacer luz bajé cuan aprisa pude los escalones y me lancé contra la puerta, cuyo cerrojo había descorrido Bersonín y que cedió al golpe.
Y andaba más aprisa a cada momento, volviéndose con una frecuencia creciente, lanzando en todas direcciones miradas de pavor, hasta que caía muerto de cansancio en la cama.
Un alto en la marcha era lo único que le hacía perder la calma. Aprisa, hijos míos decía á los conductores del cadáver que hoy aún me quedan tres. Tengo trabajo en Galdames y en la Arboleda. Muchas veces llegaba la obscuridad antes de que terminase su tarea de acompañar muertos por veredas y desmontes.
No sé qué ardor para ir más y más aprisa se ha apoderado de nuestro temperamento, del humor, de la acritud de nuestra sangre. Comparados al actual, todos los siglos fueron perezosos, estériles. Nuestros resultados son inmensos. De nuestro cerebro se derrama infinito raudal de ciencias, artes, inventos, ideas, producciones con que inundamos el globo, el presente, y hasta el porvenir.
Su enorme estatura y su vigor le permitirán colocar grandes rocas en los fondos submarinos más aprisa que lo hacen nuestros buzos y nuestras máquinas.
Triste, apesadumbrado, como un náufrago que después de clamar en vano en la noche vacía y negra, arriba a playa desconocida, así llegó Martí nuevamente a New York. Pero tuvo un consuelo, una medicina que de los más graves males cura al hombre: las ternuras y cuida dos de su esposa que allí lo esperaba y los besos de su amado chiquitín, el hoy coronel de nuestro Ejército. Sacudió sus lágrimas calladas, escondió sus penas hondas, y comenzó a trabajar en la tierra hostil y ajena. El conocer a los hombres, tanto como los conocía, lo hizo superior a todas las pasiones: de ahí que pudo, entre gentes que miden, que desdeñan, que empujan, que desprecian, que viven con el apetito desmesuradamente abierto, pasear su amable cultura y oceánica bondad, y sacar a puerto y con honra, su divina existencia. Veamos cómo se abrió paso en el pueblo áspero y extraño. No era él de los soberbios que se impacientan porque no le conocen el talento, aprisa, ni de los pobres de espíritu que porque los visite el dolor, languidecen y desmayan o se despedazan el cráneo; sino de los de enérgica voluntad y firme intento: de los que vencen. Las alturas se han hecho para subirlas: en lo más elevado de ellas, crece, casi siempre, el laurel que da sombra a toda la vida.
Porque ella no quiso... Hoy, sin su permiso, vengo a buscarle a usted para que le quite de la cabeza... ¿Qué le he de quitar, hombre? Una idea dijo Relimpio, cuando ambos andaban aprisa por la calle. ¿Y cree usted que yo soy quitador de ideas?... Vamos a ver: ¿usted está en su sano juicio, o se ha mareado hoy? No, Sr. D. Augusto; hace tiempo que no me mareo. Ella no me deja.
Entonces comprendí por qué mi viejo compañero nos conducía tan aprisa a la arboleda. A pesar de esto palpitábame el corazón, especialmente al acordarme de mis pobres amigos. De repente, cuando llegábamos al lindero, echaron al galope detrás de nosotros a los perros...
Palabra del Dia
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