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Actualizado: 13 de mayo de 2025
El día siguiente, el Apostólico Padre, aunque no se podía tener en pie, no sufriéndole el corazón ver entronizado al demonio en dos templos, hizo que le llevasen allá sus compañeros; echó por tierra aquellos infames Tabernáculos, hizo pedazos las estátuas y encendiendo en la plaza una grande hoguera, quemó en ella todos los arreos y ornamentos de la impía idolatría, no sin temor de sus neófitos, que recelaban no diesen sobre ellos los bárbaros, ofendidos de aquella afrenta de sus dioses, para vengar su agravio.
Iba el loco por las calles cubierta la cabeza con un bonete rojo: decíase predicador apostólico y canónigo de santa Catalina; acompañábale por lo general otro postulante, y en el lugar donde le parecía conveniente se detenía, y ya sobre una piedra ó encaramado en una ventana ó en otro lugar semejante alzaba el grito, no tardando en verse rodeado de un numeroso grupo de gente desocupada y maleante, la cual, si bien celebraba sus dichos, solía con frecuencia interrumpir los macarrónicos latines y los panegíricos de don Amaro, que contestaba con donosas puyas y desvergüenzas á sus interruptores, ó bien harta ya su paciencia, salía corriendo tras alguno armado de un par de piedras ó de un palo, sin que nunca, sin embargo, se diera el caso de agredir á nadie.
En casi los veintitres de su Pontificado, no hubo día que dejara señalado con los rasgos mas brillantes de las virtudes propias del Obispado, hallándose retratados en tan digno Prelado todos los caracteres retratados en la carta del Apóstol a Timoteo; su espíritu verdaderamente apostólico estuvo siempre solícito del bien de la Iglesia; desposado con la de Teruel por su ordenación y consagración, nunca quiso dejarla, renunciando la mitra de Jaén y de Palencia que le fueron ofrecidas, y solamente se vio obligado a ansentarse de su silla, por la causa pública de la Religión y del Estado, a la Córte de Madrid a donde Fernando VI le llamó, nombrándole inquisidor general de las Españas y Comisario general de la Cruzada, sin olvidar por esta separación la solicitud de su amada Iglesia de Teruel, como los primeros años de su residencia en ella, tomando noticia exacta de todas las necesidades públicas y particulares de su diócesis, aplicando los remedios oportunos en todo lance y favoreciendo siempre todas las piadosas empresas que animaba con sus facultades.
Orejón se despidió para volver a la noche, trayendo las últimas noticias, y Carnicero se quedó solo, saboreando en deliciosas meditaciones su júbilo apostólico, ideando planes y considerando el triunfo rápido de la España religiosa sobre la España masónica. Después fue Salvador a despedirse y a llevar la carta para Cordero, y otra vez se quedó solo el anciano con la criada que le aprestó la cena.
Y sin salir de nuestra Isla, merecen todo reparo unas palabras, que trae el Ilustrísimo Arnaldo Albertino Canónigo y Deán de esta Iglesia, electo Obispo Pacense e Inquisidor Apostólico en el Reino de Valencia en el tomo, que escribió sobre el capítulo primero de Hæreticis lib. 6. cuestione 12. número 4. agens de tempore gratiæ, seu misericordiæ: Et hœc evenerunt in hac nostra Civitate Regni Maioricarum anno Domini 1488 tempas misericordiœ anno Domini 1490 quo tempore ego eram œtatis decem annorum.
Sólo iba al lado del siervo de Dios un joven fervorosísimo, deseoso de dar la vida en testimonio de la fe, que pocos meses antes había abrazado. Seguíanle otros cuatro, uno de los cuales llevaba en alto la imagen de la Madre de Dios. Procuró el apostólico Padre sosegar con su angelical rostro y afables y corteses palabras aquellas furias del infierno.
Convencidos aquellos bárbaros de las razones, y movidos de las súplicas del Apostólico Padre, prometieron hacer las amistades con las tierras confinantes y luego con las más remotas. Habiéndose detenido para esto allí dos días, pasó adelante acompañado de algunos paisanos.
NOS fray Pedro Jiménez Vaca Concedo libre y seguro pasaporte a don Juan Fernández, de profesión católico, apostólico y romano, que pasa a la villa revolucionaria de Madrid a diligencias propias: deja asegurada su conducta de catolicismo.
Por tanto, con increíble sentimiento y dolor de su corazón, se vió obligado á volver atrás y diferir la empresa hasta el año siguiente: Mas el celo de las almas y de la mayor gloria de Dios, que estimulaban al Apostólico Padre á proseguir lo comenzado, no le dejaron esperar á que abriese el tiempo, y aunque de las continuas lluvias que caían estaban anegadas las campañas, resolvió exponerse segunda vez á los riesgos y peligros pasados.
Pasó de Flandes á Madrid, donde en su Colegio imperial esparció en breve el olor de su santidad y virtud, y formaron todos universalmente un concepto extraordinario de que era varón apostólico y dotado de aquellos talentos que son necesarios para las Misiones de las Indias; por lo cual, mucho tiempo después de su partida, duró allí fresca la memoria de sus virtudes.
Palabra del Dia
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