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Es preciso que lo sepas, hijo mío, cuento contigo para la continuación de mi obra; cuando conocí la defección de mi hijo, una gran tristeza se apoderó de ; es terrible, sabes, pensar que una casa creada por mismo, que contiene toda nuestra vida, ha de pasar a manos extrañas. Y, entretanto, es fatal, después de largos años de labor, la inteligencia se entorpece, la energía se debilita.

Cuando Roberto salió de la habitación, un sentimiento de júbilo se apoderó de , una loca alegría que desencadenaba un huracán en mi cabeza, sembraba la turbación en mis sentidos y parecía querer absorberlo todo, mi orgullo, mi independencia, el respeto a misma.

Toqué su corazón, escuché su pecho y retrocedí horrorizada. ¡Estaba muerta! Una inmensa desesperación se apoderó de . ¿Era posible que me hubiese convertido en una criminal? Era verdad que me había hecho traición, insultado, agredido... Pero yo la había matado y todas las consecuencias se desarrollaron instantáneamente en mi espíritu.

Duraba su éxtasis ante esta visión encantadora cuando la sombra de Martholl se interpuso entre ellos. Un furor loco se apoderó de Juan contra el que confiscaba, en provecho exclusivo, la blanca y preciosa imagen.

Una de ellas, más intrépida, se apoderó de los cordones de la cortina y tiró de ellos con fuerza. La cortina, al correrse, lanzó también un chirrido de escándalo. Todavía escuché pasos precipitados y rumor de voces. Después, nada; se hizo el silencio. Mi esposa, riendo a carcajadas y ruborizada al mismo tiempo, me cogió de la mano y me sacó de la habitación.

El banquero se apoderó de ella, la abrió prontamente, y sacando el montón de billetes que contenía, se puso a contarlos con la destreza y rapidez propias de los hombres de negocios. Cuando concluyó dijo: Está bien: no falta nada. El cochero, que, como es natural, esperaba una gratificación, quedóse algunos instantes inmóvil. Está bien, hombre, está bien. Muchas gracias.

Y con intrepidez esperó al monstruo cuyos cuernos estaban tintos en sangre, y lo abatió a sus pies... El espanto se había apoderado de , puse las manos en la balaustrada del palco, tanto temía por él; porque me parece que si él hubiese sido herido, yo habría muerto. Entonces él se apoderó de mi mano, ¡oh!, bien a mi pesar, madre mía... y la besó, ... Sus ojos se cerraron.

¡Y así, al choque de tanto oro iba desapareciendo ante mis ojos, como humo, la belleza moral del Universo! Se apoderó de una inmensa tristeza mística. Caí sobre una silla, y con el rostro, entre las manos, lloré copiosamente. Al poco tiempo la viuda de Marques abrió la puerta, toda vestida de seda negra. ¡Le estarán esperando para comer!

Entre los techos de la ciudad apenas aparecia mas que el estremo de algun roseton, uno que otro muro ennegrecido por los siglos y los árboles que dan frescura y sombra á algunos patios: ¡ah! repetimos con dolor: ¿nada de lo pasado guardará al fin esa Córdoba tan decantada por la historia y la poesía? La inquietud se apoderó nuevamente de nuestra alma; y recorrimos con afan la ciudad.

¿Ha tosido usted? preguntó el excusador, sentándose. No... la he pasado toda llorando. El clérigo la miró estupefacto. ¿Cómo es eso, hija mía? Obdulia se llevó el pañuelo a los ojos y no contestó. Al cabo de un largo silencio dejó caer el pañuelo, se apoderó de una mano de su confesor y la besó con efusión repetidas veces y la llenó de lágrimas, exclamando: ¡Soy muy desgraciada!