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Actualizado: 19 de junio de 2025
Nunca se había visto enfrente del Provisor, a quien temía por los rayos que manejaba, pero nada más hasta el punto que un gigantón salvaje puede temer a quien puede aplastar, en último caso, de una puñada. Notó don Fermín que Contracayes estaba más aturdido que atemorizado. Saludó el cura con un gruñido, y el Provisor no contestó siquiera.
La frente, abombada y saliente, parecía aplastar con su peso las facciones morenas e irregulares, alteradas por la huella de las viruelas.
Faltábale todavía el sello, y púsoselo Currita sonriendo socarronamente, y cuidando de colocar con la cabeza para abajo el busto del rey don Amadeo. Afianzólo luego con dos o tres puñaditas de su cerrada mano, que parecía complacerse en aplastar al pobre monarca, principio y fin de la dinastía saboyana.
Los de abajo, que se consuelan de sus humillaciones con un grosero materialismo, gritan á estas horas: «¡A París! ¡Vamos á beber champañ gratis!» La burguesía pietista, capaz de todo por alcanzar un nuevo honor, y la aristocracia que ha dado al mundo los mayores escándalos de los últimos años, gritan igualmente: «¡A París!» París es la Babilonia del pecado, la ciudad del Moulin Rouge y los restoranes de Montmartre, únicos lugares que ellos conocen... Y mis camaradas de la Social-Democracia también gritan; pero á éstos les han enseñado otro cántico: «¡A Moscou! ¡A Petersburgo! ¡Hay que aplastar la tiranía rusa, peligro de la civilización!» El kaiser manejando la tiranía de otro país como un espantajo para su pueblo... ¡qué risa!
La hermosura de la joven, su distinción innegable, su modo de vestir, sencillo y honesto, hicieron en la noble dama profunda impresión. «En cuanto al parecido continuó esta , nada tengo que decir, porque si alguno hay, es puramente casual... Me hará usted un favor en retirarse». Tiró de la campanilla, y se alejó serenamente sin prisa y sin cólera, como nos alejamos después de aplastar un insecto.
El enojo que la indigna gacetilla les produjo, se fué templando con la esperanza de aplastar muy pronto a los reptiles que la habían inspirado, o por lo menos darles algunos golpes formidables con el ariete del Duque.
Este prodigio de los pescaditos iba seguido casi siempre de lo que él llamaba el milagro del peixòt, pretendiendo con el peso del tal pescadote aplastar las dudas de la impiedad. La galera de Alfonso V de Aragón el único rey marino de España chocaba al salir del golfo de Nápoles con un peñasco oculto, cerca de la isla de Capri.
En cuanto entró apretó la de Tristán fuertemente y dejó escapar estas fatídicas palabras: ¡Hay que aplastar a la víbora! Tristán se estremeció.
La vivienda de los reyes en medio; a un lado, los cuarteles, sobre aquella colina que era el monte de Marte de Madrid; al opuesto, el templo suntuoso, que parecía aplastar con su grandeza las casuchas inmediatas, y otro cuartel sin armas, donde se albergaban los reclutas de la fe vestidos de negro.
Con unas tenazas van sacando los recortes del horno: los ponen en un molde de otra máquina que tiene un mortero de aplastar, y del golpe del mortero ya salen los recortes con figura, y se le ve al tenedor la punta larga y estrecha. Otra máquina más fina lo recorta mejor. Otra le marca los dientes, pero no sueltos ya, como están en el tenedor acabado, sino sujetos todavía.
Palabra del Dia
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