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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Me detuve en Madrid quince días, y aunque no me apartaba casi nunca de mi esposa, como era natural, tuve ocasión para dejarla en la fonda una noche charlando con otra huéspeda y me fui a saludar a mis amigos, los poetas dramáticos del Oriental. Recibiéronme con una indiferencia que me heló el corazón.

Se revolvió convulso entonces en la silla, comenzó a resobarse una contra otra las manos trémulas, avivó las llamas de sus ojos que no apartaba de los míos, y me dijo ansiosamente después de haber acudido en vano dos veces a los registros de su voz: Venga el nombre de ese deudo... si es que le conoces . Por lo que a toca, no conozco más que uno.

Fortunata no apartaba los ojos de la ropa que estaba repasando. «Comprendo expuso la señora con acento parlamentario , que tengas cortedad para confesarme ciertas cosas, y por mi parte, te soy franca: no te tengo yo por peor de lo que eres; no creo, como podrían creerlo otras personas, que tu debilidad es interesada, y que quieres a ese hombre porque es rico, y que no lo querrías si fuese pobre.

Al admirar sus soberbias proporciones, su potente masa, la finura de su grano, experimentaba yo cierto espanto. Una veredilla que se apartaba del camino, iba derecha hasta el pie de una piedra formidable.

Chillaban las mujeres; sobre sus chillidos se destacaba un grito mortal; luego venía un silencio profundo. Y la gente se apartaba, dejando sitio á un hombre con ojos de loco y la diestra roja de sangre. ¡Abran cancha, hermanos, que me he desgraciao!... Todos le abrían paso; nadie pretendía detenerle, ni aún el comisario, que procuraba estar lejos.

Volvía a valerse de sofismas para callar en la confesión aquella flaqueza: «ella no quería» en cuanto mandaba en su pensamiento, lo apartaba de las imágenes pecaminosas; huía de don Álvaro, no pecaba voluntariamente. ¿Habría pecado involuntario? De esto habló un día con el Magistral, sin decirle que la consulta le importaba por ella misma.

Raimundo se apartaba de ellos, no sólo por su posición modesta y retirada, no sólo por su ilustración y talento, sino también, particularmente, por su carácter. ¡Qué alma tan adorable la de aquel chico! ¡Qué inocencia, qué sensibilidad, qué delicadeza y qué fuerza para amar al mismo tiempo!

El marido no parecía advertir el abandono físico y la transformación moral de su esposa. Hacía años que no pisaba el suelo de su cuarto. Cuando hablaba con ella volvía la vista ó la miraba con ojos vagos y sin pensamiento, que parecían no verla. Ni una protesta, ni una pregunta, como si en el fondo le complaciese esta transformación que le apartaba de ella, haciendo imposible todo retroceso.

Nunca se apartaba della la gitana vieja, hecha su Argos, temerosa no se la despabilasen y traspusiesen; llamábala nieta, y ella la tenía por abuela.

El dueño de la Fonda Continental, hombre de mediana edad y estatura, bigote grande y espeso, ojos negros y dulces, no apartaba la vista de nosotros, fijándola cuándo en uno, cuándo en otro, con expresión atenta y humilde, parecida a la de los perros de Terranova. Cuando quiso Dios al fin que el coche parase, saltó a tierra muy ligero y nos dio la mano galantemente para bajar.

Palabra del Dia

bagani

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