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Actualizado: 2 de junio de 2025


Y así, ensimismada en sus pensamientos, y la bella color trocada, y el semblante grave y apenado, estúvose inmóvil una gran pieza, hasta que de improviso alzose, y sus ojos ardieron, y hacia el jardín se volvieron, que a él daban las ventanas de la sala, como si a través de las paredes ver hubiera querido lo que en el sombroso cenador del jardín pasaba, y hacia la puerta fuese rápida; y antes de que a ella llegara, abriose la mampara y apareció Florela, la fiel doncella, toda descompuesta y airada, y tan pálida, que un viviente cadáver parecía.

5 Y el estruendo de las alas de los querubines se oía hasta el atrio de afuera, como la voz del Dios Omnipotente cuando habla. 6 Y aconteció que, cuando mandó al varón vestido de lienzos, diciendo: Toma fuego de entre las ruedas, de entre los querubines, él entró, y se paró entre las ruedas. 8 Y apareció en los querubines la figura de una mano humana debajo de sus alas.

En aquel instante apareció un hombre de buena presencia, sencillamente vestido y adornado con la orden de Calatrava... En el momento de presentarse todas las puertas se abrieron para él, y entró en los aposentos del Rey sin pronunciar su nombre. ¿Este será, sin duda, el infante, hermano de Su Majestad? pregunté yo.

A me pareces otra cosa: un orillero de Palermo con ínfulas de hombre de campo dijo Lorenzo. Mejor estaría de frac y sombrero de copa, ¿no?... ¡Sin duda! Cuando menos, Melchor, estarías en traje más propio de tu condición. En ese momento apareció Ramona y dirigiéndose a Melchor le entregó un perfumado pañuelo de manos, diciéndole: Tanto pedírmelo y se iba sin él. Es verdad, gracias.

Bastan todas estas razones para pensar, aun sin datos exteriores que lo corroboren, que este drama hubo de escribirse antes del año 1636, fecha en que apareció el Cid de Corneille. La tragedia francesa ha de mirarse, pues, como compilación de la de Diamante y Guillén de Castro.

Suspiró, bostezó, se avergonzó de su pereza y tomó la campanilla puesta a su cabecera, en la mesa de noche. Su ama de llaves, vieja ruina, tan canosa y destruida como él, apareció en el umbral. ¿Qué hora es, señora Liebetreu? le gritó.

Ahora me ordenó , dale media vuelta, de modo que quede hacia nosotros la cara de atrás. Hícelo así, y apareció en ella la cerradura, que a la simple vista no tenía nada de particular. La caja mediría poco más de un pie de ancha, por cosa de pie y medio de alta.

Cuando Carmen hubo desaparecido, dirigiose precipitadamente al armario, y abrió. Miguel salió a rastras del fondo con el semblante pálido, descompuesto, completamente demudado. ¿Qué te pasa? preguntó con sobresalto Lucía. ¡Que me ahogo! ¡Corre a la alcoba... métete debajo de la cama! El joven se apresuró a cumplir la orden, y al instante apareció de nuevo la doncella.

La señora de Laroque cayó en un abismo de reflexiones, en cuyo fondo, es probable hallara la sombra venerable del padre Hivart; después alzando ligeramente los hombros, fijó su mirada en , luego sobre las piezas de oro, una vez más sobre , y apareció perpleja.

Rafaela sintió sin duda grandísimo pesar, pero no le faltó energía para disimularle, y a los ojos del público apareció impasible y serena, así en los días que precedieron a la partida de Juan Maury como después de su partida. Lo que pasó, durante aquellos días, en el corazón de Rafaela, no lo supo más que una persona.

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