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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Aquella sesión de barbilampiños, en que se exponían las más peregrinas teorías económicas, con la gravedad de padre de la patria, y se barajaban los millones de pesos como simples naipes, ofrecía especial interés; había empleadillo de tres al cuarto, que hablaba de hacer una operación de muchos miles, y niño apenas destetado, que decía con arrogancia que el Banco acababa de otorgarle fuerte suma con su sola firma; el hermano de alguien que estaba en el candelero, pellizcándose el bozo incipiente, brindaba su poderosa influencia, y un rabonero recalcitrante, sin más haber que las dádivas de su papá, se lamentaba de sus pérdidas en la última liquidación.
Al cual apenas le quedan fuerzas para pensar.... Mas de repente da un brinco, lívido, y con el brazo en tensión, señala con el índice a la esfera del reloj que tiene enfrente. ¡La hora! grita aterrado, y procura separarse de la mesa y echar a correr.... ¿Qué hora? preguntan todos. La hora de.... Bonis miró a Serafina con ojos que imploraban compasión y ser adivinados.
En este momento se abrió una puerta y un lacayo, dominando apenas el rumor de las conversaciones, pronunció estas tres palabras. Miss Jenny Hawkins. En la puerta apareció la cantante, alta, esbelta, orgullosa, un poco pálida, pero con la sonrisa en los labios. Estaba vestida con un traje de damasco blanco adornado de encajes de oro.
Si nos descuidamos un poco, en el monte se queda el sangriento botín de nuestra batalla, porque apenas despellejadas las fieras en el lugar, el sol, como si nada tuviera que hacer ya después de haber alumbrado tantas barbaridades, se envolvió la cara en crespones cenicientos que fueron dilatándose por la bóveda celeste, al impulso de un remusguillo que dio en soplar a media tarde.
En dos noches y un día apenas descansó, manejando casi al mismo tiempo el timón y el motor, pues no se atrevía á emplear todas sus velas con esta escasez de hombres.
Para tenerla contenta apelaba al recurso de los regalitos; apenas se pasaba un día que no viniese de la calle con alguno: un alfiler imperdible, una peineta, un frasco de perfume. Lo que más papel representaba eran las yemas de San Leandro, aquellas famosas yemas que tanto agradaban á la tabernera y con las cuales antes no cesaba de burlarla.
En el largo trecho comprendido entre la plaza de Antón Martín y la fuente de la Alcachofa, apenas transitaba gente; los balcones estaban cerrados, como si el sol y la fiesta hubieran arrancado a todo el mundo de su casa; no se oían más ruidos que el lento campanilleo de algún carro y el silbar entrecortado y rápido de las locomotoras que maniobraban en la estación del Mediodía.
El conde se puso á mirar con indiferencia los árboles y las montañas que se percibían al través de los cristales. Octavio se obstinaba en sacudir con el junquillo los pantalones, haciendo saltar nubecillas de polvo, apenas perceptibles. La condesa se entretenía en jugar con los rizos de su niña, y la institutriz hacía bolitas de pan con los dedos, mirando fijamente al frasco de mostaza.
Como el convento de Santo Domingo está casi á la entrada, no tuvo el padre que atravesar calles con aquel séquito. En el convento se apeó, y apenas se reposó un poco, se dirigió á casa de D. Valentín Solís, ó más bien á casa de Doña Blanca. El cuitado de D. Valentín se había anulado de tal suerte, que nadie en el lugar llamaba á su casa la casa de D. Valentín.
Y siempre se encontraba en el corredor, al volver, a la enfermera, que le esperaba. ¿No se ha acostado usted aún? preguntaba con tono indiferente . ¡Buenas noches! Ella respondía, con voz apenas perceptible: ¡Buenas noches!
Palabra del Dia
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