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Actualizado: 4 de junio de 2025


El agua retozaba en el surtidor y caía desbordante en el pilón. En la superficie del cristalino líquido bogaban pétalos y flores caídos durante la noche. Se me antojaban esquifes, gondolillas maravillosas en que bogaban seres invisibles. Volvía yo a mi cuarto. A poco principiaba Angelina su matinal faena. Pronto resonaba en el corredor el ruido de su escoba.

Jamás había hecho tanta sensación ella, la viudita, con el vestido más escandaloso, como Ana con su hábito y su beatería. «¡Qué atrasado, pero qué atrasado estaba aquel miserable lugarón!». Entretanto Ana recobraba el apetito, la salud volvía a borbotones. Tenía sueños castos, tales se le antojaban, sin sujeto humano, como decía Ripamilán, pero dulces, suaves.

La rubia Gabriela era franca, alegre, expansiva, y había en ella cierta sencillez infantil muy en harmonía con el azul violado de sus ojos y el áureo color de sus joyantes cabellos. Destrenzados, sueltos, atados con una cinta de seda, se me antojaban un haz de mies madura. Gabriela subyugaba las almas con la dulzura de su carácter, mejor que con su delicada y elegante belleza.

¡Juntas! ¡Estaban juntas! ¡Se hablaban, se sonreían, parecían entenderse!... Se le antojaban un símbolo, el símbolo del pacto absurdo entre el deber y el pecado, entre la virtud austera y la pasión seductora... ¡Qué barbaridades pienso esta noche! se decía Bonis ; y se puso a figurarse que aquellas mujeres que hablaban como cotorras, y parecían de acuerdo, y se sonreían, y se entusiasmaban con su diálogo, se estaban diciendo, ¡qué atrocidad!, cosas por el estilo: «, señora, decía Emma en la hipótesis absurda de su marido ; puede usted quererle todo lo que guste; comprendo que usted se haya enamorado de él, y él de usted.

Pero las palabras que con mayor ansiedad perseguía, las que le transían de entusiasmo en comprendiéndolas y creándolas, eran aquellas que a él se le antojaban términos filosóficos y que, por ende, expresaban un concepto inmaterial: metempsícosis, escolástico, escorbútico, etc., etc.

Leto no se había enterado bien de ello, porque se había pasado la mayor parte del tiempo en el balcón, «demasiado tiempo» en opinión, muy recalcada, de Fuertes; porque en la tirantez de espíritu en que se hallaba el buen señor, hasta los dedos se le antojaban «huéspedesTambién esto de los huéspedes se lo recalcó mucho don Claudio a Leto.

Tomó agua bendita en una pila grande de mármol negro, y mientras se santiguaba, inclinándose frente al altar del trascoro, decía para : Este será el talón de Aquiles. Ese desaire te costará caro. Lo explotaré. Y salió de la catedral haciendo cálculos por los dedos, que se le antojaban cábalas, asechanzas, espionaje, intrigas y hasta postigos secretos y escaleras subterráneas.

A ella se le antojaban extravagancias, porque desde niña tenía un instinto de orden y tranquilidad y le parecía mal que Martín fuese tan loco. Los Ohandos eran dueños de un jardín próximo al río, con grandes magnolias y tilos y cercado por un seto de zarzas. Cuando Catalina solía ir allí con la criada a coger flores, Martín las seguía muchas veces y se quedaba a la entrada del seto.

A Tristán no le parecía, sin embargo, bastante todo aquello: recordaba las revistas dedicadas a los estrenos de Estévanez, las comparaba con las de su obra y éstas se le antojaban bien frías. Pero al tomar en manos El Universal y leer la revista del famoso crítico Leporello la ira le hizo empalidecer. Era un artículo desdeñoso, irónico, todo él traspirando amargura y malevolencia.

Todas las casas que veía se le antojaban la villa Dandolo, pues en realidad se parecen mucho unas a otras en la isla. Cuando el cochero le señaló un tejado de pizarras oculto entre los árboles, se apretó el corazón con ambas manos. Consultaba con gran atención la fisonomía del paisaje para ver si le anunciaba la gran noticia que ardía en deseos de conocer.

Palabra del Dia

rigoleto

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