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Actualizado: 29 de noviembre de 2025


»Existe, Antoñita, una gran verdad que sólo sabemos apreciar cuando estamos en el extranjero, y es que la única vida que tiene realidad es la vida de París. En los demás países del mundo se vegeta con más o menos actividad, pero se vegeta al fin. Únicamente en París se agita el espíritu y progresan las ideas.

Únicamente Antoñita por su gracia atractiva y por la animación de su carácter, podía alegar derechos a compartir con ella su trono. Para que nada faltara, los primeros acordes de la orquesta produjeron en Magdalena un efecto magnético, haciéndole recobrar el color y la sonrisa y reavivando a impulsos de su mágica influencia aquellas fuerzas que momentos antes parecían agotadas.

Pero dejemos esto y acerquémonos a ella, pues nuestras conversaciones en voz baja, le causan gran pesadumbre. Efectivamente, Antoñita parecía estar inquieta, como si fuese presa de una viva desazón. Aproximáronse a ella, mas no lograron que se sentase de nuevo. Dijo que tenía que escribir una carta, y se retiró a su cuarto.

»No pude menos de temblar, sugestionado por aquella fatal coincidencia en la que creí ver la imagen de mi propio destino. De igual modo va apagándose el único rayo de luz que ha rasgado las tinieblas de vida... Me volví a mi cuarto llorando como un niño.» «No estaba yo en lo cierto, Antoñita; también su tío tiene momentos de desesperación y abatimiento profundos.

Ella me repitió sin cesar que por propia voluntad se sacrificaba para complacer al ministro, merced al cual lograría yo ascensos en mi carrera. »¿No le causa a usted todo esto tanta extrañeza como a , querida Antoñita? A causa de ello he estado pensativo todo el día. ¡Yo no hubiera osado hablar a Magdalena de ese viaje y ella se me anticipa, salvando todo obstáculo y allanando toda dificultad!

»Yo, entonces, me volví al mío y me puse a escribir a usted esta carta. ¿Cómo le parece a usted, Antoñita, que se las arreglará el doctor para que su misma hija me ordene que parta?» «Mi partida se ha fijado para dentro de seis días y la misma Magdalena ha sido quien me ha rogado que parta. No me había, pues, engañado el doctor al prevenírmelo así.

Antoñita, que no podía permanecer indiferente después de lo que había oído, pues comprendía que algo muy grave indicaban las incoherentes palabras de Felipe, dirigiose a Amaury presurosa y cuando éste tomaba el sombrero para retirarse, y sin aparentar inquietud; pero con el firme propósito de conjurar cualquier peligro que por parte de Amaury pudiese amenazar a su preferido, le dijo: No olvide usted que mañana es el primero de junio, y debemos ir a visitar a mi tío.

Esa, padre, es la vida, que quiero llevar, ése es el papel que en efecto me está reservado para el porvenir dijo Amaury. ¿No es verdad que el que haya aguardado más, será el que más habrá apurado el cáliz de amargura? Perdónenme exclamó Antoñita, sintiéndose conmovida, por aquel pugilato de estoicos.

A medida que el tiempo pasaba y se acercaba el vals que Antoñita había prometido a Amaury, la pobre niña miraba a Magdalena con inquietud manifiesta. Más de una vez chocaron sus miradas con las de ella y cuando esto sucedía Antonia inclinaba su cabeza al mismo tiempo que en los ojos de Magdalena brillaba el fulgor de un relámpago.

También que le he visto a usted tres o cuatro veces en la calle de Angulema bajo las ventanas de Antoñita, y en vista de todo, esto, que le hace aparecer culpable cuando menos de ligereza, vengo a pedirle cuenta de su conducta. Querido amigo: ya tenía yo ganas de verte para que hablásemos precisamente de esas menudencias.

Palabra del Dia

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