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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Y sucedía lo que puede darse como regla segura en tales casos, que la preferida y amada de la señora era profundamente antipática a la servidumbre.

Tienes todo el aspecto de un personaje y lo serás muy pronto; de seguro que usas faja para disimular el vientre; eres rico, hablas en esa cueva lóbrega y antipática; tus amigos de allá se entusiasmarán leyendo el discurso del señor diputado, y estarán ya preparando los cohetes y la música para recibirte. ¿Qué te falta?

«¿Quién duda seguía pensando , que es prudente evitar el escándalo? Yo no puedo parecerme a este y el otro y el de más allá, que viven en la anarquía, señalados de todo el mundo. Hay otra razón, y es que se me está volviendo antipática, lo mismo que la otra vez.

Dos hombres tocaban la guitarra en puntos opuestos del corral, y un chicuelo de doce a catorce años, con vocecita cascada y antipática, iba entonando unas carboneras con bastante estilo. La puerta de Paca estaba solitaria. adentro su voz y llamé con los nudillos. ¿Es uté, señorito? No le esperaba tan pronto dijo la cigarrera, saliendo.

Un día le leyó la cartilla en estos términos: «Puedes salir; no eres una chiquilla y ya sabes lo que haces. Yo creo que no nos darás ningún disgusto, y que has de mirar por el decoro de la familia lo mismo que miro yo. La dignidad, hija, la dignidad es lo primero». Pero doña Lupe empezaba a hacérsele horriblemente antipática, y por nada del mundo le habría hecho una confidencia.

¡Bah! ¡Los jesuítas! ¡Ya salió tu tema!... Efectivamente, son gente antipática; ya sabes que les tengo mala voluntad.

De este modo la niña se hizo tan antipática a sus condiscípulas, como su madre a cuantos se la aproximaban. Por eso la retiraron del colegio y la enviaron a la escuela pública, donde, según el parecer de Juana, no la enseñaban tanto, pero se la miraba «con el respeto debido».

A la verdad, era un hermoso hijo pródigo, allí de pie, con su severo traje de última moda. Un pródigo arrepentido, con ojos tristes y obedientes, vueltos hacia la dura y antipática mirada del autor de sus días. La señorita Smith, un capullo de quince años, sintió en las puras profundidades de su loquillo corazón un movimiento de involuntaria simpatía hacia él.

A la vieja le fué antipática por sus ademanes varoniles, por la mirada altiva con que la midió de pies á cabeza y por su voz áspera. Buena mujer, si es para pedir un socorro á la señora, venga otro día. La señora no está. Balbuceó la vieja de indignación.

La persona del conde de Sorege le fué antipática desde el primer momento. Aquel personaje circunspecto y glacial que no decía nunca sino la tercera parte de lo que pensaba y no miraba jamás á los ojos de las personas, le desagradaba extraordinariamente. Era el antípoda de su modo de ser.

Palabra del Dia

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