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Actualizado: 10 de junio de 2025


Es lo cierto que mi padre, a pesar de la reputación que tiene de ser por lo común poco respetuoso y bastante profano con las mujeres, trata a ésta con un respeto y unos miramientos tales, que ni Amadís los usó mayores con la señora Oriana en el período más humilde de sus pretensiones y galanteos: ni una palabra que disuene, ni un requiebro brusco e inoportuno, ni un chiste algo amoroso de estos que con tanta frecuencia suelen permitirse los andaluces.

Agosto de 1825, y Bellermann, Die alten Liederbücher der Portugiesen: Berlín, 1840, pág. 55. "Non mucho tiempo que cualesquier decidores é trovadores destas partes, agora fuesen castellanos, andaluces ó de la Extremadura, componían todas sus obras en lengua gallega ó portuguesa." Sánchez, Colección de poesías castellanas anteriores al siglo XV. Edición de París, pág. 16.

Yo me atengo, y me parece que todos los andaluces debemos atenernos a lo que se cuenta que el maestro de escuela de mi lugar decía a sus educandos: Niños, sordado se escribe con l; caznero con r; precerto con p; güeno con b y güeso con h. En el diálogo o comedia del Sr.

Sus ojos de admirables proporciones, eran la misma serenidad unida a la gracia, a la armonía, con un mirar tan distinto de la frialdad como del extremado relampagueo de los ojos andaluces. Sus cejas eran delicada hechura del más fino pincel y trazaban un arco sutil y delicioso.

Ensilló en un abrir y cerrar de ojos los dos caballos andaluces, y dixo á Candido: Vamos, Señor, sigamos el consejo de la vieja, y echamos á correr sin mirar siquiera hacia atrás.

Sus exportaciones consisten en sal, aceite, vinos, frutas secas y otros artículos andaluces; es una plaza importante de escala y depósito, y fabrica algunos objetos de bellas artes, así como los de aplicacion á la marina. La pesca le procura considerables utilidades. Asentada sobre una roca viva, ya que le faltan las aguas corrientes las tiene superiores en sus vastas y numerosísimas cisternas.

Su fama había llegado hasta Madrid. Los aficionados de la corte sentían curiosidad por conocer al «niño sevillano», del que tanto hablaban los periódicos y del que se hacían lenguas los inteligentes andaluces. Gallardo, escoltado por un grupo de amigos de la tierra que residían en Madrid, se pavoneó en la acera de la calle de Sevilla, junto al Café Inglés.

A fin de evitar esto, que a mi ver es un mal, y a fin de contribuir, en cuanto esté a mi alcance, a que sean conocidas y celebradas las producciones que lo merecen y que se escriben y se dan a la estampa fuera de Madrid y en lengua castellana, me decido yo a dar noticia de algunas de ellas, prefiriendo, como es natural, las de mis paisanos los andaluces.

Y tras las malagueñas sonaron unas sevillanas, y luego todos los cantos andaluces, melancólicos y de oriental ensueño, que doña Sol había recopilado en su memoria, como entusiasta de las cosas de la tierra. Gallardo interrumpía la música con sus exclamaciones, lo mismo que cuando estaba junto al tablado de un café cantante. ¡Vaya por esas manitas de oro! ¡A ver otra!...

El día 9 lo terminó el rey asistiendo por la noche al teatro Principal, donde el Ayuntamiento había dispuesto en honor suyo una función extraordinaria, en la que hubo, á más de la representación de La dama sutil, cantata en elogio del rey, sainete de circunstancias y bailes andaluces, que entretuvieron en extremo á la oficialidad y á las tropas invasoras.

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