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Actualizado: 16 de julio de 2025


Octava: toda comedia había de someterse, antes de su representación, al examen de una autoridad creada especialmente con este objeto; á todo espectáculo dramático había de asistir un alcalde, y se encomendaba á las justicias vigilar atentamente á los actores, visitar sus casas y desterrar de su compañía á los vagos que alternaban con ellos, con grande escándalo de la corte; y, finalmente, con arreglo á la novena, se prohibía también la representación de comedias en el domicilio de los particulares, á no ser bajo la inspección especial del Presidente del Consejo de Castilla.

El portal era angosto y muy largo. Para llegar á la escalera, que estaba en lo profundo, se corrían mil peligros á causa de las sinuosidades del terreno, en el cual los hoyos, llenos de inmundicia, alternaban con puntiagudos guijarros, alzados media cuarta.

Las playas de la Barquera y el mar alternaban en zonas de nítida blancura y de limpio color de zafiro; a los últimos destellos del Poniente, el arenal brillaba como si estuviese salpicado de plata, y vaporosas franjas de espuma, tan pronto formadas como deshechas, corrían un instante por el borde de las olas.

Los mimbrerales alternaban con los prados, los álamos blancos con los sauces amarillentos. A la derecha corría lentamente un río deslizando sus aguas turbias entre las riberas manchadas de limo. A la orilla había barcos cargados de maderas y viejas chalanas rajados en el fondo como si jamás hubiesen flotado.

Nada había difícil para su inteligencia tersa y aguda. Su voluntad era capaz de actos de firmeza férrea, de perseverancias infatigables, pero no se mantenía siempre igual; con los raptos de esfuerzo tenaz se alternaban frecuentes crisis de debilidad nerviosa, de relajamiento enfermizo.

Por eso, y porque ansiaba retirarse y descansar, traspasó su establecimiento a los Chicos que habían sido deudos y dependientes suyos durante veinte años. Ambos eran trabajadores y muy inteligentes. Alternaban en sus viajes al extranjero para buscar y traer las novedades, alma del tráfico de telas.

Entonaban los romeros un himno en vascuence á la Señora de Vizcaya, y de los grupos salía, como respuesta, La Marsellesa ó La Internacional. Agrupáronse los devotos ante la portada de San Nicolás, y la muchedumbre avanzó lentamente hacia ellos. Estrechábase el espacio entre unos y otros, los palos levantábanse amenazantes, los insultos alternaban con los cánticos.

Por lo demás, se alternaban con su hija para ir a ver a la enferma. Esta había tenido un buen día, tan bueno que por primera vez después de quince días no hubo esa noche subida seria de fiebre, y aunque me quedé hasta la una por pedido de Ayestarain, tuve que volverme a casa sin haberla visto un instante. ¿Se comprende esto? ¡No verla en todo el día! ¡Ah!

Vinculete jugaba desde las tres de la tarde hasta las dos de la mañana, sin más descanso que el preciso para cenar de mala manera. Don Basilio y el Procurador alternaban en el cuidado de desplumarle; se relevaban; pero a veces le desplumaban a un tiempo. El cuarto jugador era cualquiera. En las otras mesas las partidas eran más iguales. Jugaban muchos forasteros, casi todos empleados.

Debajo de la consola una guitarra, a cuyos sones, arrancados por las uñas de la Escribana mayor o de dos «chicos» que alternaban con ella en las noches de reunión, se bailaba; mucho lazo de colores y sendas tiras moldeadas, de latón amarillo, en los cortinajes de las alcobas; las historias, en litografías iluminadas, de Moisés y de Ricardo en Palestina, con marcos revestidos de papel dorado; los indispensables tapetes de gancho en los veladores del gabinete y de la sala, y hasta tres escupideras de caoba, con serrín sobre papel blanco, distribuidas en ambas piezas.

Palabra del Dia

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