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Es el tal casi hermoso, alto y rubio como un inglés y con su flema y su tiesura un poco altanera. Joven, rico y con bastante talento para deslumbrar, tiene con las mujeres todos los éxitos que puede desear y hasta algunos más. Lautrec, sin embargo, no tardó en despedirse, y yo me ofrecí el pobre desquite de hacer rabiar un poco a Luciana.

Se estrecharon ceremoniosamente. Subiendo a la silla de manos don Alonso, dirigiose a su morada, resuelto a favorecer la alianza de su hija Beatriz con aquel mancebo en cuya frente altanera había creído leer el horóscopo de los grandes honores. La escena de la terraza y el reciente discurso del padre de Beatriz desgarraron para Ramiro el hechizo amoroso en que estaba viviendo.

Es incuestionable que el tipo inglés se presta mucho á la risa en sus excursiones de todo género; pero tambien es preciso reconocer que en esa filosofía altanera que le distingue aun en medio de los abismos alpinos, el Inglés no manifiesta, en el fondo, otra cosa que dos fuertes y bellos sentimientos: el de la personalidad, que se sobrepone á los usos ajenos, y el de la patria, que le hace tener la ilusion de que al andar por un valle de los Alpes se está paseando en su parque de Inglaterra ó su calle favorita.

Al mismo tiempo dió un paso hacia la joven; pero ella retrocedió y sacando apresuradamente otro fósforo encendió la bujía. Luego se plantó delante de él erguida, altanera, pálida, clavándole con furor sus ojos llameantes. Hubo un momento de silencio. La cólera le apretaba la garganta, no dejando salir las palabras. Al fin exclamó con voz alterada, extendiendo la mano: ¡Sal de aquí, canalla!

Pues yo te digo que no me preocupa nada y te ruego que hablemos de otra cosa. Clementina se mostraba más altanera y desdeñosa cuanta más insistencia veía en Pepa. Su orgullo, siempre alerta, le hacía suponer que ésta había preparado aquella conferencia para mortificarla. Es que ... querida mía, debo advertirte que tu marido no especula solamente con su capital dijo la viuda picada ya.

Su tez tostada, sus espesas patillas, su adusta y altanera mirada, le daban, al decir de los trabajadores, sombra en la cara: sus modales bruscos y sus pocas palabras alejaron de él todas las simpatías.

Porque todos habían sido buenos con aquel extranjero caído sin saber cómo en ese rincón de la Picardía, y el joven tenía que hacer un esfuerzo de memoria para encontrar una cara altanera y fría vislumbrada a veces en la iglesia y detrás de los cristales del coche, la anciana condesa de Candore.

Tenía aquel hombre la misma hermosura varonil del gran poeta, la misma bella cabeza airosamente puesta sobre un cuello nervudo, dispuesto siempre a enderezarse con la altanera inflexión del desdén.

Allí tiene su familia y siempre que va al norte, pasa la noche en casa. ¿Y qué tal hombre es? Excelente y servicial con todo el mundo. D. Salvador se mascó el bigote y puso una cara altanera, porque D. Juan llegaba en ese momento. Su mula, fatigada, se detuvo a la puerta, y el indio posadero salió a recibirlo.

sabes ya el camino, ave altanera, Fuiste de nuestros padres mensajera Para pedir á Dios chispa inmortal Y dar fuego de alarma los cañones, Y derretir los ferreos eslabones De la innoble cadena colonial.