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Actualizado: 3 de junio de 2025


Un parque de eucaliptos rodeaba el espacioso y antiguo caserón de la estancia, hecho al estilo colonial: gran patio con aljibe en el medio y un techo de tejas recaído sobre la galería exterior. Era el señor Molina un hombre de hábitos señoriles y sencillos. Apegado al recuerdo del Buenos Aires viejo, aceptaba, sin amarlas, todas las innovaciones modernas y el espíritu de las actuales costumbres.

Albizu y yo daríamos a la bomba; Arraitz y Burni nos escoltarían armados de rifles, y a la puerta de la sobrecámara quedarían el teniente y Nissen para dar, en caso de necesidad, la voz de alarma. Salimos despacio; hicimos funcionar la bomba del aljibe de popa. Nos figurábamos que no daría agua. Efectivamente: estaba agotado. Había que acercarse al castillo de proa.

El teniente mandó a un marinero que avisara al contramaestre, y, cuando vino éste, le dijo lo que tenía que hacer para llenar el aljibe con el agua de la lluvia. La cordialidad entre nosotros y los de fuera iba estableciéndose, pero aun no estábamos muy seguros.

Media entre las ciudades de San Luis y San Juan un dilatado desierto que, por su falta completa de agua, recibe el nombre de travesía. El aspecto de aquellas soledades es por lo general triste y desamparado, y el viajero que viene del oriente no pasa la última represa o aljibe de campo, sin prever sus chifles de suficiente cantidad de agua.

¡Ah, estás acá! ¿Sabes lo que han hecho? ¡Te juro que esta vez se van a acordar de ! ¡Alfonso! ¿Qué? ¡No faltaba más que también!... ¡Si no sabes educar a tus hijos, yo lo voy a hacer! Al oir la voz furiosa del tío, yo, que me ocupaba inocentemente con mi hermana en hacer rayitas en el brocal del aljibe, evolucioné hasta entrar por la segunda puerta en el comedor, y colocarme detrás de mamá.

Su sorpresa fue grande al advertir que los conductores no hacían sino dar vueltas y revueltas dentro del mismo patio de la casa. El aljibe, el granado, una jaula suspendida de un pilar, y la misma anciana, sentada a la sombra, sobre una tinaja, pasaban y repasaban ante el intersticio, indefinidamente. No había, pues, tal viaje a través de la morería.

Fuimos avanzando los cuatro con cautela, estudiando el camino. En las crujías, cerca de los palos, se veían tendidos marineros borrachos. Pasamos con grandes precauciones por delante del camaranchón de la cocina. Llegamos a la bomba de proa que comunicaba con el otro aljibe, la hicimos funcionar, y trajimos diez o doce litros de agua.

Como el viaje se había hecho sin riesgo, lo volvimos a repetir, y llenamos todas las botellas y depósitos que encontramos. El aljibe de proa debía quedar también muy mermado. En uno de los viajes, Burni, señalando con el cañón del rifle, nos dijo: Mirad, mirad allá. Nos quedamos sorprendidos.

Palabra del Dia

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