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Actualizado: 21 de junio de 2025
Lastimoso es el hecho. No carece de verosimilitud, aunque es extraño que alguien, por empedernido, cínico y feroz criminal que sea, recurra al asesinato con tan escaso disimulo.
Se os entra en los pulmones, se aloja en ellos y ¡buenas noches!... Usted me dirá que si de todos modos hay que morir, queda por lo menos el derecho de elegir el sitio. Me hago cargo perfectamente de ello. ¿Ha viajado usted por la regencia de Túnez? Sí. ¿Ha visto usted cortar la cabeza a alguien? No. Pues bien, todo eso se ha perdido usted. Esos desgraciados tienen el derecho de elegir el sitio.
Alguien se había interpuesto entre los dos, á pesar de que estaban abrazados estrechamente. El capitán, que empezaba á perder la conciencia de sus actos, lo mismo que un náufrago, descendiendo y descendiendo á través de las capas vibrantes de un placer sin límites, vió de pronto la cara de Esteban difunto, con los ojos vidriosos fijos en él.
El roce de su traje producía en ellas un ruido continuo, rápido, parecido a la respiración jadeante de alguien que la siguiera; y presa de pueril temor, volvía a veces el rostro atrás, riéndose al convencerse de su ilusión.
29 Bien que alguien se haya levantado a perseguirte y [a] buscar tu alma, con todo, el alma de mi señor será ligada en el haz de los que viven con el SE
El caso, de común acuerdo, se ocultó o se disimuló para con el público. La fiebre amarilla hacía entonces muchas víctimas en Río. En la Tejuca no atacaba nunca aquella enfermedad, pero si alguien la traía a la Tejuca desde Río, la muerte era inevitable y rápida. Para el público se supuso que Arturito había muerto en la Tejuca de la fiebre amarilla.
Nélida, con un ligero temblor, mezcla de miedo y de placer, se agarraba convulsivamente a su brazo. Fernando sonrió: mejor era así. ¡Si alguien hubiese osado la menor burla!... Y ella le escuchaba con asombro y satisfacción. ¿Habría sido capaz de pelearse por ella?... ¿Lo mismo que en las novelas o en el teatro?
Cuando él decía la hora justa, ella suspiraba y el corazón se la oprimía más, todavía más; pasó a la sala, abrió la ventana, y a pesar del frío, se estuvo asomada, espiando el paso de los transeuntes. Ahí viene alguien, ¿será él? parece que se detiene... no, sigue; ahí viene otro, pero pisa más fuerte que él...
A su marido le quería, le cuidaba y le mimaba como la consorte más fiel y más amante. No había impedido esto que hubiese estimado después y querido de otra manera y con otros tonos y matices de cariño. Las mujeres, por lo común, no entienden que haya más que un solo cariño, que dan por completo a alguien o que reparten de este modo o del otro. Rosita no era así.
«Ayer no pasó usted le dijo ella con amabilidad , porque yo no sabía quién era, y no quiero recibir visitas. Estoy muerta de miedo, y por las noches sueño que alguien viene a robármelo. ¿Quiere usted verle?...». A su lado estaba, durmiendo con plácido sueño, el recién venido personaje, cuyas precoces gracias quería mostrar a su amigo.
Palabra del Dia
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