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Actualizado: 21 de junio de 2025
Una exaltación de su sensibilidad la hacía ver culpas y remordimientos en todos sus actos anteriores. «Además, las mujeres continuó diciéndose , al menor choque nervioso, lo primero que pierden es la lógica.» Necesitaba concentrar su rencor en alguien que no fuese ella, y como Miguel creía no haber perdido la lógica, hizo caer la responsabilidad de todo sobre Martínez. Este era el único culpable.
Entonces, él la deja en el suelo, y con mirada temerosa observa a su alrededor. ¿Los ha visto alguien?... No, nadie... ¿Y después de todo?... ¿Qué importa?... El hermano de Martín puede besar muy bien a la mujer de Martín. ¿No exigió eso él mismo, un día? La joven abre los ojos; parece salir de un sueño. Su mirada evita la de Juan. No está bien lo que has hecho, Juan.
Más adelante sintió otra vez pasos persistentes y vio una sombra que se extendía por la calle, paralela a su sombra. Aquel sí era... ¿Miraría? No; más valía no darse por entendida... Por fin, la pícara curiosidad... Miró y tampoco era. Al llegar a su casa estaba más tranquila. Cuando Patria abrió la puerta, le preguntó: «¿Ha venido alguien? ¿El señorito está?...».
Alguien calificará tal vez a esta señorita de engreída, fastidiosa y hasta inaguantable. Yo ni la defiendo ni la injurio. La pinto como ella fue, sin quitar ni poner nada.
Alguien temblaba misterioso, invisible y al mismo tiempo sonriente, en esta atmósfera fantástica: una fuerza sobrenatural que parecía embellecerlo todo con su contacto. La salud que llegaba. La sábana de agua que se encorvaba al desprenderse de las altas rocas despertó en su memoria ensueños anteriores.
Ahora no es como en el 70 decía, blandiendo el tenedor ó agitando la servilleta. . Los vamos á llevar á patadas al otro lado del Rhin. ¡A patadas!... ¡eso es! Chichí asentía con entusiasmo, mientras doña Elena elevaba sus ojos como si protestase silenciosamente ante alguien que estaba oculto en el techo, poniéndolo por testigo de tantos errores y blasfemias.
Ha de tenerse en cuenta interrumpió Domingo, que mi mujer considera cierta costumbre social, con frecuencia discutida por hombres de talento superior, como un caso de conciencia y un acto obligatorio. Pretende que el hombre no es libre e incurre en culpa cuando no procura labrar la dicha de alguien pudiendo hacerlo. Entonces, ¿nunca se casará usted? insistió la señora de Bray.
Mi culpa es grave, gravísima, y no obstante, yo no puedo declarársela a D. Miguel sin referir pormenores, sin aludir a personas, sin comprometer a alguien a quien no tengo derecho a comprometer.
Decían unos que si ellas le miraban con buenos ojos, era por la esperanza de ser algún día dueñas de las riquezas de su padre, y alguien añadía que la brillante perspectiva de ser sobrina de Su Ilustrísima era lo que volvía locas a las beldades de las cercanías, pues Su Ilustrísima, es decir, el Obispo de la diócesis, era hermano del Tumbaga, y, por tanto, tío de Lázaro.
¡Oh! ¡sí! ¡callaré! pero amaré... os amaré... aunque no os conozca... ¡os amaré siempre!... ¡sin esperanza...! Olvidemos locuras y hablemos de lo que importa, porque vamos á separarnos. Parémonos en esta esquina. Respondedme, si es verdad que he causado en vos la impresión que decís. ¿Oísteis hablar á alguien en la galería? Sí. ¿Qué oísteis...?
Palabra del Dia
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