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Actualizado: 12 de junio de 2025
¿De que ese mancebo...? ¡vaya! al verle me acometió una sospecha; pero cuando me habéis dicho que es hijo de un Montiño... no pude dudar... como que... ya se ve, estoy en el enredo... ¿Acabaremos, hermano bufón? Si, por ejemplo, ese mozo en vez de llamarse Juan Montiño se llamase don Juan Girón... ¡Diablo! exclamó Quevedo. ¡Cómo! ¿no lo sabíais, don Francisco? Algo se me alcanzaba.
Ni con aquel fantástico manejo se calentaban los malditos. Eran dos pedazos de hielo. En cambio, lo restante de don Roque ardía, se abrasaba. Sobre todo la cabeza alcanzaba una temperatura pasmosa, que iba cada vez en aumento. Cuando se llevó la mano a la frente creyó advertir que brotaba una llama azulada.
Y como los perros transpiran muy poco, Yaguaí apreciaba cuanto es debido el viento evaporizador sobre la lengua danzante puesta a su paso. El termómetro alcanzaba en ese momento a 40°. Pero los fox-terriers de buena cuna son singularmente falaces en cuanto a promesas de quietud se refiera.
Pero el Gentleman-Montaña no alcanzaba á comprender en virtud de qué razones debía imitar al otro, solamente porque se parecían, como una persona se asemeja á un retrato suyo en miniatura. Como el joven americano deseaba prolongar su vida, agitó brazos y piernas, no sabiendo en realidad si el abismo seguía absorbiéndolo ó si lograba remontarse poco á poco hacia la superficie.
Todos podían extraer del agua los residuos de unos metales disueltos en fragmentos tan imponderablemente pequeños, que ningún procedimiento químico alcanzaba á captarlos. Los carbonatos de cal arrastrados por los ríos ó arrancados á las costas servían á innumerables especies para la construcción de sus caparazones, esqueletos, conchas y caracolas.
Detrás de aquel «olvida ese capricho y quiéreme como una segunda madre, pues lo soy tuya por la edad y por el cariño que desde niño te profeso,» adivinaba que la generala deseaba que insistiese, y que entendía y alcanzaba mejor aún que él lo interesante de aquella aventura. Si no, ¿por qué había dejado caer la camelia encarnada?
Esta vez los padres cayeron en honda desesperación. ¡Luego su sangre, su amor estaba maldito! ¡Su amor, sobre todo! Veintiocho años él, veintidós ella, y toda su apasionada ternura no alcanzaba a crear un átomo de vida normal. Ya no pedían más belleza e inteligencia como en el primogénito; pero un hijo, un hijo como todos!
No tomé, sin embargo, esta resolución sin vacilar muchísimo y volverme atrás infinitas veces, porque bien se me alcanzaba que no tenía derecho alguno a intervenir en los asuntos de la hermana.
Bien se me alcanzaba que lo que tanto deleite encerraba para mi joven preceptor, era el espectáculo del juego de la vida, el mecanismo de los sentimientos, el conflicto de intereses, de ambiciones, de vicios; pero, lo repito, para mí era indiferente que el mundo fuese como un gran tablero de ajedrez según decía Agustín, que la vida fuese una partida mejor o peor jugada y que hubiese reglas para ese juego.
Apenas llegamos al bosque puso su caballo al galope. Yo hice como ella y la seguí. Cuando advirtió que le iba a los alcances aceleró la marcha, fustigó a su caballo y sin motivo lo lanzó a escape. Tomé el mismo aire que ella y cuando ya la alcanzaba, hizo un nuevo esfuerzo que me dejó atrás. Aquella persecución irritante, desenfrenada, me puso fuera de mí.
Palabra del Dia
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